A.-Merino

A.-Merino

Poesía

Juegos de niños

22 mayo, 2003 02:00

Ana Merino
Visor. Madrid, 2003. 78 páginas. 8 €

El realismo sonámbulo y la dicción aparentemente ingenua que caracterizan a la poesía de Ana Merino (Madrid, 1971) desde su primer libro, Preparativos para un viaje, que obtuvo el premio Adonais en 1994, se acentúan en su última entrega.

Por si el título no resultara suficientemente explícito, entre los destinatarios de la dedicatoria nos encontramos a Peter Pan y a los Reyes Magos. El viaje para el que la autora se preparaba en su libro inicial, a la vez físico y psicológico, se concreta en el título siguiente, Los días gemelos (1997), con el traslado a una América interior -nieve y soledad- muy distinta de los destinos turísticos: “Con el consentimiento de la nieve/caminaré despacio./Alguien habrá que espere junto al fuego/y yo, que estaré ciega por el frío,/haré paradas breves,/sacudiré el paraguas y empezaré de nuevo”. La voz de los relojes (2000) está escrito desde el sentimiento del desarraigo, de quien no tiene más patria que la literatura y la memoria. Comienza Juegos de niños con un viaje en autobús (“El autobús nos lleva por lugares sin alma,/por todos los rincones de una larga frontera”) y termina con un testamento, en transparente alegoría: “Y para los Reyes Magos/un último deseo,/ que cada seis de enero/me dejen los regalos/a los pies de mi tumba”.

“Nanas y sueños” (así se titula la primera parte) hay en este libro, lleno de personajes cotidianos que a veces se convierten en “Sirenas y brujas” (título de la segunda parte). El mundo descrito no está muy lejano al que encontramos en esa colección de epitafios que es la Antología de Spoon River, de Edgar Lee Master, aunque el componente narrativo -la descripción de una pequeña ciudad americana, con sus pequeñas miserias, sus dramas secretos, sus pintorescos o trágicos personajes- alcance en Ana Merino un menor desarrollo. Pero tampoco faltan en ella elementos costumbristas, mínimos apuntes novelescos. “Mis uñas se las daré/a la hija del barbero/que siempre anda buscando/cuchillas afiladas/ para cortarle la lengua/a los que rumorean por la espalda”, leemos en el ya citado poema final, “Testamento de una bruja”.

“Aguas profundas” es uno de los poemas más próximos a la estética de Edgar Lee Master. Comienza con la escueta anotación de la tragedia, casi como si se tratara de un suelto periodístico: “Jean Clemens/ se ahogó en la bañera/el día de Nochebuena”. Ternura, dramatismo y esa rara magia con la que Ana Merino acierta a superar los riesgos del tópico melodramático tienen los versos siguientes: “Pobre Ofelia/flotando en un lago/ de porcelana blanca,/ rodeada de guirnaldas navideñas”.

Epitafio también de una suicida es “Problemas de ilusión”, otro de los poemas que nos cuentan una historia, que nos muestran el revés de la trama, lo que ocurre cuando los ilusionados espejos de la infancia pierden el azogue. “La Señorita K.”, protagonista del poema, es la versión femenina del falso culpable de las novelas de Kafka.
En estos Juegos de niños hay también, como no podía ser de otra manera, abundantes ecos de la literatura infantil (“La sirenita”, “Casita de chocolate” se titulan dos poemas) e igualmente encontramos a un clásico de la literatura americana tradicionalmente considerado literatura juvenil, pero que es bastante más, Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain: “Yo iré al infierno/contigo Huckleberry,/y el fondo de tu abrazo/será mi salvación”.

Oscila Ana Merino entre el minimalismo expresivo y el decir alucinado. “Breve biografía de angustias infantiles” se titula, bien significativamente, uno de los poemas, y otro, de modo no menos indicativo de las intenciones del libro, “Para sobrevivir a lo cotidiano”. En todos ellos queda, como quería Antonio Machado, “confusa la historia y clara la pena”.

El realismo intimista y onírico de Ana Merino ocupa un lugar propio en la joven poesía española. La falta de énfasis de sus poemas puede engañar a algunos lectores apresurados. Hay mucha refinada sabiduría en esta colección de sueños, angustias, balbuceos. “Teórica y estudiosa de los cómics” se nos indica en la contraportada de Ana Merino, y tras leer su libro no nos sorprende esa dedicación, parodiada en el poema “Currículum”: “Saqué sobresaliente/en el arte de quitar/la máscara a los héroes./Y tanto me gustó,/que decidí ampliar/el área de interés/a todo su ropaje”.

El deliberado simplismo de algunos poemas, que puede llegar a resultar excesivo, no anula lo que hay en ellos de ironía y magia.

Vida de lagartija

Yo quise ser animal casero

con vistas a la playa

pero soy lagartija y habito entre las grietas

de una roca volcánica en medio del desierto.

A veces alguien corta el final de mi cola

y allí quedan mis sueños moviéndose nerviosos

creyendo que están vivos.

Yo soy como las horas que pierden los domingos

acaricio el descanso metido entre las sábanas

y espero a que amanezcan los días de diario.

La vida es un enigma del que sólo descrifro

un trozo de esperanza

lo miro de reojo y nunca me detengo

porque temo al acecho de los tirachinas

o la sombra de un gato.