Image: Tríptico romano

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Poesía

Tríptico romano

Juan Pablo II

17 julio, 2003 02:00

Juan Pablo II. Foto: P.P.Cito

Universidad Católica San Antonio. Murcia, 2003. 74 páginas, 10 euros

Lo primero que sorprende de este libro es la escasa presencia de la memoria autobiográfica. Poeta de pensamiento, como Valery y Eliot (según se aventura en el epílogo), Karol Wojtyla sólo se permite dos escuetas referencias personales: "Leí estas palabras diariamente durante ocho años,/ cuando entraba por la puerta del colegio de Wadowice", nos dice tras citar una expresión latina. Y más adelante, al hablar de las reuniones de los cardenales en la capilla Sixtina, recuerda su elección y anticipa la de su sucesor. No hay ninguna concesión al sentimentalismo en estos versos secos, ásperos (la traducción de Bogdan Piotrowski es probable que acentúe el escaso atractivo verbal), que parecen brotar menos del corazón que de las meditaciones teológicas y filosóficas.

"Arroyo" se titula la primera parte del tríptico, la más lírica, que a su vez se divide en dos partes, "Asombro" y "Fuente". Un arroyo de montaña representa la belleza del mundo, una belleza que no es consciente de sí misma: "Al caer, el torrente no se asombra./Y los bosques bajan silenciosamente al ritmo del torrente/ -pero ¡el hombre se asombra!" La capacidad de asombro es lo que distingue al hombre del resto de los seres. En "Fuente" hay ecos de la poesía mística (a estudiar a San Juan de la Cruz dedicó su tesis Karol Wojtyla). La segunda parte de la trilogía lleva por título "Meditaciones sobre el Libro del Génesis en el umbral de la Capilla Sixtina". Dios creó el mundo y vio que era bueno. Eso es lo que dice el Libro del Génesis, "pero el Libro espera la imagen", y esa fue la misión de Miguel ángel. "Monte en la región de Moria" nos cuenta la historia de Abraham y del sacrificio de su hijo. Comienza alu- diendo, quizá con velada referencia autobiográfica, al nomadismo primigenio.

Como una "nueva epifanía de la belleza" que el Papa aporta al mundo, define el entusiasta prologuista, Antonio María Rouco Valera, Tríptico romano. En el epílogo, para definir esta poesía última de Karol Wojtyla, se citan unas palabras de Eliot sobre Dante: "Sin duda la tarea del filósofo, del hombre que intenta tratar ideas puras, y la tarea del poeta, que puede ser la de realizar las ideas, no se puede llevar a cabo contemporáneamente. Pero esto no significa negar que la imaginación visual poética pueda ser en cierto sentido filosófica. El poeta puede tratar los conceptos filosóficos, no como materia de discusión, sino como materia de visión".

Como materia de visión trata Karol Wojtyla determinados conceptos filosóficos y, sobre todo, teológicos en este libro. Pero el resultado (si hemos de juzgar sólo por esta traducción) se encuentra muy lejos de Dante y de San Juan de la Cruz. Su interés principal, innegable para muchos lectores, se encuentra al margen de su valor poético, no enteramente desdeñable.