Image: Poetas andaluces de los años 50

Image: Poetas andaluces de los años 50

Poesía

Poetas andaluces de los años 50

M. C. García Tejera y J. A. Hernández

4 septiembre, 2003 02:00

Caballero Bonald, Antonio Gala, Manuel Alcántara y Fernando Quiñones

Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2003. 821 pags, 24’04 euros

Aunque profesores universitarios de Teoría de la Literatura, no parece que acierten a explicarse demasiado bien los autores de esta, por otra parte, espléndida antología.

Tras señalar que no usan el término "generación" porque su selección desborda los límites establecidos por Ortega y Gasset, añaden: "Nosotros, en esta ocasión, contemplamos un horizonte más extenso ya que, en nuestra elección de poetas y composiciones, sólo adoptamos como criterio fundamental la coincidencia temporal -biográfica y bibliográfica- de aquellos creadores que han nacido o producido sus obras en el territorio, ancho y abierto, de Andalucía durante la década de los cincuenta". De acuerdo con esas palabras, en su antología deberían incluirse los poetas andaluces nacidos en los años 50 (Abelardo Linares, Antonio Enrique, Fernando de Villena) junto a los que han escrito lo fundamental de su obra en esa década. Y no es así: lo que se antologa son poetas nacidos en los años 20 y 30 (con dos excepciones) que comenzaron a publicar mayoritariamente en los años 50. Lo que los antólogos probablemente querían decir (y no acertaron a hacerlo) es que su selección se centraba en "aquellos creadores que han nacido en Andalucía y comenzaron a publicar sus obras durante la década de los 50". Pero si eso es lo que querían decir tampoco fueron demasiado fieles a ese criterio: junto a los poetas andaluces de los años 50, se incluyen otros que comenzaron a publicar en los 40 (Francisco Garfias, Alfonso Canales, Manuel álvarez Ortega), mientras que se deja fuera a poetas coetáneos que comenzaron a publicar por las mismas fechas (Rafael Montesinos, Carlos Edmundo de Ory, Pablo García Baena).

Pero el lector común suele saltarse los prólogos a las antologías, y en este caso hace muy bien. Lo que importa es la amplia selección de una treintena de poetas, muchos de ellos de primera línea. Algunos son bien conocidos, como María Victoria Atencia, José Manuel Caballero Bonald, Rafael Guillén o Fernando Quiñones. Pero hay otros que constituirán una sorpresa para el lector no especializado, o para el que se enfrenta a determinados nombres con ciertos prejuicios. Puede descubrir aquí que el periodista Manuel Alcántara fue, antes que periodista, poeta. Y que lo sigue siendo de manera desganadamente inolvidable. O que el versátil Carlos Murciano es algo más que un virtuoso acaparador de galardones literarios. O que Antonio Gala, el exitoso, ridiculizado y ninguneado Gala, no es sólo un retórico efectista: comenzó siendo poeta y lo que más vale de su obra sigue siendo obra de poeta (un poema como "Helsinki" basta para reconciliarnos con sus versos).´

Son muchas las sorpresas de este nutrido volumen. Por ejemplo, los poemas de Alfonso Canales, un poeta malagueño que durante unos años, los años en que publica Gran fuga, Reales sitios y Requiem andaluz, los de la eclosión novísima, parecía que iba a recibir el adecuado reconocimiento, pero que luego volvió a replegarse en su rincón provincial. Pocos poetas de obra tan extensa e intensa, de tan variados recursos, de tanta capacidad expresiva. Muy distinto es Julio Mariscal, reconcentrado y doliente, rural y amargo, no menos memorable.

Cierto que no todos estos poetas andaluces resultan imprescindibles. Algunos son poetas menores, pero llenos de gracia y verdad, como el juanramoniano Francisco Garfias. La selección de Manuel Mantero (menos de la mitad de las páginas que se le dedican a J. C. Gallardo) no hace justicia a la variada producción de este poeta que no acaba de conseguir, a pesar de su empeño y del de un grupo de fieles, el reconocimiento que merece; en sus versos hay siempre (o casi) pasión y pensamiento, retórica y magia; también a veces un cierto resentimiento.

Más nombres: Manuel álvarez Ortega, heredero del simbolismo y de la poesía vagamente épica de Saint-John Perse; Aquilino Duque, brillante, neopopularista, entre el cántico y el sermón; Elena Martín Vivaldi, neorromántica, evanescente, al margen; Vicente Núñez, que jugó a ser un personaje que divertía a propios y extraños; Mariano Roldán, de obra amplia y desigual obra, pero en la que se puede seleccionar un puñado de poemas que no deberían faltar en ninguna antología de poesía española; Julia Uceda, en cuyos versos escuchamos, como dice el título de uno de sus libros, "viejas voces secretas de la noche", la ancestral sabiduría de los sueños.

Tras una introducción no demasiado afortunada, un inagotable muestrario de poesía. Que cada lector encuentre su poeta. Los hay para todos los gustos, aunque no falta cierto aire de época (neopopularismo, retórica sonetil) que los unifica y que en los nombres menores resulta más perceptible.