Image: Canción atlántica

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Poesía

Canción atlántica

Manuel Padorno

16 octubre, 2003 02:00

Manuel Padorno junto a uno de sus cuadros

Tusquets. Barcelona, 2003. 364 páginas, 20 euros

Desde sus comienzos, en los años 50, Manuel Padorno es poe-ta de obra abundante, aunque lo distanciado de sus primeras entregas hiciera pensar otra cosa. Lo irregular, en su caso, era la edición, no la escritura, siempre torrencial y alternando, o simultaneando, lo experiencial y lo experimental.

Al neovanguardista Oí crecer las palomas (1955) le siguió el más remansado y contemplativo, anticipo de buena parte de su obra futura, A la sombra del mar (1963), aparecido en la colección Adonais, que por entonces adquiere un carácter casi generacional. Según se nos indica en la nota final, los poemas que integran el volumen póstumo Canción atlántica, cerca de 200, se escribieron en poco más de seis meses, entre finales de 1996 y principios del verano de 1997. Padorno es también pintor; en su dedicación a la poesía parece aplicar ciertas maneras de hacer propias de su otra dedicación, y no me refiero a la visualidad de sus versos, sino a la escritura en series, a modo de variaciones sobre un mismo tema.

Hay algo de voluntarioso y mecánico en la estructura y en la escritura de Canción atlántica. Los cuatro libros que integran el conjunto (dos de ellos ya habían sido publicados de manera independiente) constan cada uno de siete partes, a su vez formadas por siete poemas de veintiún versos cada uno. Cierto que al verdadero poeta las caprichosas constricciones formales no le limitan, y que ya Padorno había dado repetidas muestras de su gusto por adecuarse a un determinado esquema. Pero no deja de haber bastante de artificioso en estos 196 poemas sin rima de 21 endecasílabos cada uno. La dicción oscila entre el verso preciso y el balbuceo. El poeta parece avanzar a tientas, casi en escritura automática, amontonando borradores, a la espera de la expresión feliz.

Para mayor gloria se titula el primer libro del conjunto, que comienza con un "Bestiario atlántico" que se complementa con "Los últimos animales", del libro final, Fantasía del retorno. No es el único paralelismo que puede darse en este volumen que tanto gusta de las simetrías. Al "Código del alelado", otra de las series del libro inicial, se corresponde "Un idiota perfecto" del libro último; en ambos casos se trata de definir una paradójica forma de sabiduría. Contemplación y búsqueda de otra realidad caracterizan a Canción atlántica. Contemplación de un paisaje marítimo que aparece expresamente mencionado en más de un poema. Pero no se conforma con la descripción de un paisaje. Hacia otra realidad se titula, bien significativamente, el segundo libro de poemas; El otro lado, el siguiente. Se trata de escapar de la lógica común y de llegar a otra realidad, que a veces coincide con el mundo onírico.

El mecanicismo formal va acompañado a veces de un mecanicismo temático: el misterio no está evocado en el poema, sino racionalizado. Es lo que ocurre con esas partes que se desprenden del cuerpo, como en un filme surrealista ya no demasiado novedoso, y que dan origen a más de una previsible serie de poemas. Cada obra poética debe ser juzgada de acuerdo con sus intenciones. "Aprendí a trabajar sin maestría", titula Padorno uno de los poemas. Lo mejor de las improvisacio-
nes que constituyen Canción atlántica es que a veces nos permiten vislumbrar otra realidad, o esta realidad de otra manera, y ello ocurre cuando el poeta hace lo que dice: se deja penetrar por el misterio, no trata de fabricarlo con vieja artes retóricas (las más difíciles de evitar cuando se busca una imposible espontaneidad de la escritura).


Página de cristal
A veces no se sabe qué se encuentra
al final de la mesa: un libro abierto.
Una página blanca espejeaba
su blancor matinal, desconocido.
¿Una página blanca la mañana?
Según yo la miraba desde el libro
se levantaba muro arriba, abierta,
se agigantaba cada vez, haciéndose
esa ventana matinal, el marco
donde cruzaban las gaviotas luego. [...]