Image: Día a día

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Poesía

Día a día

Robert Lowell

8 enero, 2004 01:00

Robert Lowell

Trad. Luis Javier Moreno. Losada. Madrid, 2003. 275 págs, 15’50 e.

Cuando murió a finales del verano de 1977 -con sesenta años- el norteamericano Robert Lowell era un poeta muy poco conocido en España, fuera de antologías generales.

Sin embargo, hacía tiempo que existían las traducciones al español, en Argentina y México, de Alberto Girri y de Carlos Monsiváis. Lowell perteneció a una rancia familia de Nueva Inglaterra que contaba con próceres y poetas, como la tía-abuela de nuestro autor, la imaginista Amy Lowell. él, Robert, fue tenido por hombre difícil, pero gran poeta; alguien que arrancando de la modernidad heredada de Eliot, Pound o Stevens, quiso ir más lejos. A veces chocando y a veces aproximándose al camino de un Auden, y siempre lejos de quien fue buena amiga suya (pese a las polémicas literarias) Elizabeth Bishop...

A partir de su libro de 1959 Life Studies -que causó honda impresión en Inglaterra y Norteamérica- Robert Lowell se volvió, a su modo, lo que pudiéramos llamar, en términos nuestros, un poeta del realismo meditativo. Incluso un poeta autobiográfico (¿pero alguno no lo es? ) que terminará incluyendo en la pesquisa sus problemas más personales. Pues Lowell -depresivo- estuvo a menudo en tratamiento psiquiátrico, y ese discurso (el de la introspección íntima, que no puede ser recatada) aparece a menudo en su producción última. "Mas... ¿Por qué no contar lo que ha ocurrido?", dirá en un verso final.

Día a día (Day by day) es el último libro que escribiera y publicara Lowell, apenas semanas antes de su muerte. En él, libro largo y aquí en edición bilingöe, Robert Lowell pasa revista a su vida última -hospitales incluidos- entre el desencanto, todavía un vago apetito por la vida, y cierto afán de ajustar cuentas pendientes, que estaba ya en alguno de sus libros anteriores. Pero no debemos pensar en sobrios o directos poemas descarnados. A partir de una o varias anécdotas muy personales, y a través de comparaciones y elipsis, sacadas del arte o del mundo natural, Lowell reflexiona sobre la vida y el destino humanos, sobre el fin, sobre el amor, sobre la incertidumbre... Lowell literaturiza. Quizá (con todo) los poemas que llaman más nuestra atención son -sin variar el modo- los que se centran en temas más delicados: Las acusaciones a su madre ("Hijo no deseado" entre otros), el horror de los lobeznos compañeros de curso, en la adolescencia ("San Marcos, 1933"), o las experiencias psiquiátricas, como en "Visitantes". Hay un par de versos que marcan bien el desencanto lúcido, cansado y pese a todo vital del último Lowell: "Que el estado perpetuo de la felicidad/es, en sí mismo, erróneo, cuesta reconocerlo". Escrito en un estilo a la par conversacional y muy literario, Lowell (en el original) tiende a apretar su escritura, quizá para resaltar más esa manera clásica del realismo meditativo: el coloquialismo culto. La traducción del poeta Luis Javier Moreno (al que se debe también un prólogo informativo) es una buena traducción, pese a que tiende -y quizá ello sea lícito- a llevar a Lowell hacia sus propias maneras. Me explico. La traducción es buena y es cuidada, sí, pero donde Lowell propende a apretar la dicción, Moreno tiende a ensancharla, a lo que le ayuda de natural el idioma español, más largo que el inglés. No constato pues un defecto sino una característica. Frecuentemente donde en el original hay tres versos (final, por ejemplo, del poema "Carolina enferma") el traductor lo resuelve en cuatro. Igual ocurre en el final de "Advertencia". Y menciono finales porque es, acaso, donde se percibe más la amplificación traductora. Que -insisto- no es defecto, sino modo, pero que el lector debe tener en cuenta.