Image: Los poemas póstumos

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Poesía

Los poemas póstumos

Paul Celan

26 febrero, 2004 01:00

Paul Celan. Foto: Archivo

Ed. B. Badiou, J.C. Ranbach y B. Wiedemann. Trad. Reina Palazón. Trotta. 431 págs, 23’ 5 euros

Los métodos críticos del positivismo histórico-filológico dejaron tras de sí una flotante serie de conceptos, muchos de los cuales aún siguen vigentes y perviven incluso fuera del campo al que se empezaron a aplicar.

Uno de esos conceptos es el que, tomado del derecho romano, pasó a la filología y, dentro de ella, a la llamada "crítica textual", donde progresó tanto que acabó por naturalizarse. De allí pasó a la literatura e hizo fortuna entre los poetas. Los herederos y editores de Celan reúnen y editan sus poemas póstumos: no sólo los que dejó al margen de sus libros publicados, sino también aquellos sobre los que figuraba la indicación expresa de "No publicar". ¿Es lícito? Para la filología, sí; para el respeto que merece su creador, no. Claro que, de seguir al pie de la letra la voluntad de sus autores, se habrían perdido para siempre la Eneida de Virgilio y no poco de la producción de Kafka, como se perdieron el Zmyrna de Cinna y las elegías de Cornelio Galo, de las que conocemos sólo un muy reducido número de fragmentos.

¿Qué sentido tiene, pues, publicar los poemas póstumos de Celan? Creo que, por lo menos, uno: completar la imagen de su autor y acercarnos a lo que podríamos llamar su "taller de escritura", que es, más que los poemas, lo que vemos aquí. Algunos de los textos que se incluyen eran ya conocidos y habían sido traducidos a nuestra lengua; muchos son esbozos; y otros contienen una información tan puntual como interesante: permiten saber el lugar y la fecha exacta en que se compusieron e incluso la circunstancia que los generó. Celan era muy cuidadoso en sus diarios y levantaba acta de casi todo lo que pudiera servirle para su propia creación. De modo que es posible precisar hasta sus lecturas paralelas y comprender no pocas de sus no siempre fáciles referencias. Sólo por eso valdría ya la pena esta edición, cuyo interés radica, más que en los poemas, en las notas que los iluminan y en las variantes que de un mismo texto se ofrecen y que nos ayudan a entender su metodología de trabajo y la articulación de su proceso, del que las distintas versiones constituyen algo así como una línea imaginaria paralela a la del texto definitivo.

Si se excluye Parte de nieve y Estancia del tiempo, la poesía publicada por Celan conforma un corpus de 498 poemas; los no publicados suman 476. Los 218 poemas póstumos incluidos aquí recogen textos de todas sus épocas: desde julio de 1948 hasta abril de 1970, que es el espacio cronológico en que esta obra se escribió. Se completa así tanto la textualidad de sus Obras Completas como la que, en 1989, Barbara Wiedemann publicó bajo el título de La Obra Temprana (Das Fröhwerk) y se afina la realidad histórica de lo que, hasta ahora, se conocía sólo bajo especie lingöística y casi, casi como lingöisticidad. La reunión de estos poemas -y su aparato crítico- nos permiten hacernos una idea clara de la base vital de algunos de estos textos, como "Angulosa", escrito mientras su autor leía Of time and the River de Thomas Wolfe; o "Libaciones", compuesto a partir de un pasaje de la Odisea leído en la traducción de W. Schadewaldt que Celan compró el 20 de marzo de 1959 y que leyó entre el 27 de marzo y el 26 de abril de 1966. Se fija la fecha de Compulsión de luz, escrito entre el 9 de junio y el 9 de diciembre de 1967; se aclara la relación entre "Port Bou. ¿Alemán?" y la lectura de "Contra una obra maestra" de Walter Benjamin; o se advierte el intertexto de Emily Dickinson en "Tú buscas refugio"; o los préstamos léxicos de la Historia de la Biología de Asimov, visibles en "Humus-luz con garras".

Esta edición permite ver la autobiografía que nutre todo lo literario. Celan lo disfraza en un tú alocutivo que usa como instancia no tanto de discurso como de fonación. Reina Palazón traduce con su rigor de siempre y propone una versión que, excepto varias inexactas soluciones, resulta bastante fiel. Los celanianos disfrutarán este bocado delicioso en el que, con el Celan posible, aparece el Celan real: el que hizo penitencia de su lengua, el que llevó su idioma a expresar la arena de las urnas de una época en que la muerte fue el único maestro de Alemania.