Image: Autopsia. Poesía 1989-2004

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Poesía

Autopsia. Poesía 1989-2004

José Luis Piquero

28 octubre, 2004 02:00

José Luis Piquero. Foto: Asunción Martín

Premio Ojo Crítico. DVD. Barcelona, 2004. 200 páginas, 12’80 euros

Elegir Autopsia como título para la publicación de su poesía escrita desde 1989 hasta hoy no deja de parecer una ocurrencia provocativa de José Luis Piquero (Mieres, Asturias, 1967).

Sin embargo es indudable que las connotaciones lúgubres que esta palabra suscita casan bien con los rasgos expresionistas y con el ambiente sombrío que desde Las ruinas (1989) caracterizan el nada complaciente análisis que el autor ha ido realizando de sí mismo y de cuanto le rodea a lo largo de los quince años de escritura que aquí se reúnen, con algunos cambios y muy pocas exclusiones. Al releer hoy seguidos Las ruinas, El buen discípulo (1992) y Monstruos perfectos (1997), más los quince poemas inéditos que adelantan el que se perfila como su mejor libro, destaca ante todo el carácter unitario de la trayectoria poética de Piquero, que ha sabido desarrollar su vocación romántica innegable por los cauces de un realismo meditativo -como define Luis Antonio de Villena en su muy buen prólogo esta forma de poética experiencial- que ahonda en el propio existir desde el descontento, desde la irritación y también desde un saber no hurtarse al autoexamen, con todo el impudor preciso pero también con el mantenido calor de los afectos y cierta fe en la vida. Y muy vividos están los poemas de José Luis Piquero, y certeros resultan: ni menos claridad de la necesaria en las deformaciones expresionistas de sus retratos ni más disfraz del conveniente en los momentos malditistas en los que convoca, cómo no, a cómplices como Caín, Judas o Rimbaud, nombres o máscaras cuya presencia creciente nos sugiere a la vez un despliegue -algo más que literario- de este mundo poético cada vez más hondo y personal.

En una de sus prosas observaba Juan Ramón Jiménez que las ruinas son "vida cabezona, tozuda, vida perdurable contra todo". Mucho hay de esa cabezonería en el vitalismo de fondo que mueve la libertad sentimental, la valentía moral y la rareza literaria de José Luis Piquero, desde un primer libro aún mimético pero ya muy perfilado en sus aciertos. "Hagamos de estas ruinas un lugar habitable", dice, como un lema persistente uno de sus mejores poemas de Las ruinas, y habitables, por incómodos y por convincentes, acaban siendo poemas como "Días de 1986 y 1987", "Conversación con L.O." o la hermosa variación sobre un "Bye, bye, blackbird" quizá interpretado por Chet Baker, a quien no nombro en vano.

En varias direcciones y con mayor soltura El buen discípulo confirmó, pese al título, lo más propio de Piquero: la distancia moral y la heterodoxia -social, sexual, afectiva- de unos poemas que, como "Carta para recibir o escribir cualquier día", "Romeo en el internado" o "En la rotativa", no ahorran sentimentalidad ni desnudez para alcanzar una meta que se logra plenamente en Monstruos perfectos, uno de los mejores libros de su generación, con poemas memorables como "Defensa de la familia", "Palabras de Caín adolescente", "Días de 1988 y 1989" o "Don Juan en el jardín", entre tantos otros.

Los poemas inéditos extreman -radicales, sarcásticos, intensos- la lenta destilación de un poeta en su mejor momento: "Jesús responde a Judas", "Oración de Caín" o "Mensaje a los adolescentes" son ejemplos inmejorables.


Rimbaud
Yo no quiero ser yo. La vida entera
la gasté en reinventarle, como un fénix doméstico.
Me fui sobreviviendo como pude.

Yo no sé quién soy yo. Tal vez la máscara
debajo de la cara. La pregunta.

Yo no pude ser yo. Y el minucioso
trabajo de vivir sin heroismo se quedó para otros.
La verdad es la triste descripción del secreto.
No quise ser verdad. Quiero ser Nadie.
José Luis PIQUERO