Image: País que fue será

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Poesía

País que fue será

Juan Gelman

4 noviembre, 2004 01:00

Juan Gelman. Foto: Begoña Rivas

Visor. Madrid, 2004. 97 páginas, 8 euros

La nombradía de Juan Gelman no se debe sólo, ni quizá principalmente, a su prolífica y proteica obra poética. Su vida personal se cruza trágicamente con la historia de su país, Argentina, y le convierte en símbolo. Para bien y para mal.

Muchos lectores buscarán en él al resistente y al combatiente; otros, no se acercarán a su poesía por temor a encontrarse con un bien intencionado panfleto. El título de su último libro, País que fue será, y la cita inicial ("El Paraíso Perdido nunca estuvo atrás. Quedó adelante") parecen anticiparnos una intención reivindicativa y utópica. Pero son pocos, y no abusan en exceso del simplismo, los poemas de directa intención política, como "Iraq/2003", "India vieja" o "Alguno": "Hoy se murió un niño de seis semanas/(perdón por la referencia forense)./Ocurrió en la Argentina/(perdón por la referencia geográfica)./Es el vigésimo séptimo del día/(perdón por la referencia estadística)".

La mayoría de los textos, numerosos y breves, con apariencia de improvisaciones, conjugan coloquialismo e irracionalismo, costumbrismo y absurdo. Le cuesta al lector entrar en esta poesía seca, sin halagos formales, llena de alusiones privadas y de anécdotas entrecortadas que parecen dejarle fuera. Ya el primer poema resulta significativo de su vocación de aspereza, de la voluntario- sa decisión de no hacer concesiones. Se titula "El retrato" y dice así: "La risa que pasó en coche/deja huellas en/la mujer de la foto./Se encienden los brazos/de Josefina, tan pobre como usted./Está sola/en palabras que no quieren hablar./Algo crece en sus dedos y el blanco/de sus ojos perdidos parece/drama de cabaré./¿Y esto que gira, esta/sangre que no termina de secar/entre lo separado? ¿Los pájaros/que cantan cuándo?".

Son bastantes los poemas suenan de la misma manera, que recuerda un tanto los balbuceos de Vallejo, aunque no su apasionada ternura. De vez en cuando, como en Trilce, el poema desorganiza la sintaxis, juega con la gramática, parece querer decirse en una lengua distinta: "Esteque habla y babla/la cuchilla que me clavaron/en una distracción sin cu-na./Fue una noche que estuve extranjero/de vos y migo, pero qué,/de dónde usté, casa suave/obligada a la cuerda y a los/clavos de la pasión".

En raros momentos el autor se olvida de escribir a contrapelo del lenguaje y nos sorprende con poemas distintos, como "Brillos", a medio camino entre el haiku y algún fragmento de Safo: "En la terraza/la niña mira a la luna y/se hace el amor./ ¿Quién brilla para quién?/Ella canta canciones oscuras/al universo que tiembla". Pero se trata de excepciones, como excepción resulta el comienzo juanramoniano de "El nieto": "La rosa es tiempo/en su mano". O la sensualidad de "Camarones", dedicado a Gonzalo Rojas, pero que parece homenajear al Neruda de las Odas elementales: "ella se sentó, los peló, los marinó/en soja, ajo, salsa de ostras, unos chiles antiguos,/los dejó navegar hacia una playa/en la que Judas nunca pudo entrar,/les puso un rebozo blanco con/los reclamos del huevo y de la sal, y/los frió mientras olvidaba/cigarrillos prendidos en una teoría política".

La reflexión sobre el poema o sobre el lenguaje caracteriza a País que fue será. "La idea se escapa, no quiere/la grasa de las palabras, ni/un espejo vano" comienza "Lados". Contra el esteticismo y la poesía no comprometida se dirige "Opinión": "Los poemas escritos en/estado de frialdad tienen/una ventaja: están escritos/en estado de frialdad. El odio/ del vecino no entra ahí, ni el vecino/atado a su odio y/se puede alabar las bellezas del paisaje". Más emoción hay en "El poema", donde la poesía se niega a ser paño de lágrimas, acariciadora idealización: "Entra como un ladrón, roba desastres, se lleva/calles donde morí,/lo que ha fingido ser en una/estación sin viaje, guarida/de los besos caídos". Más adelante añade: "Se prueba/el dolor y cumple/su promesa de nuncas".

Libro acumulativo País que fue será, libro que tarda en levantar el vuelo. Da la impresión de que el poeta ensaya variaciones, amontona oscuras ocurrencias, referencias privadas, juega con la paciencia del lector, hasta que de pronto -cuando estamos a punto de dejar el volumen- salta la chispa, todo queda en su lugar (intuiciones y silencios, adivinación y memoria) y el poema se yergue desasosegante y heridor sobre la página.