Image: Ashbery: Tres poemas

Image: Ashbery: Tres poemas

Poesía

Ashbery: Tres poemas

John Ashbery

24 febrero, 2005 01:00

John Ashbery. Foto: Archivo

Trad. Julián Jiménez Heffernan. DVD. Barcelona, 2005. 269 págs, 13’50 e.

Julián Jiménez Heffernan es uno de nuestros jóvenes dotados de mayor musculatura intelectual. Lo demostró en sus versiones de Wallace Stevens y de Langbaum, y lo volvió a probar en su estudio La palabra emplazada.

Su directo conocimiento de los textos y su profundo dominio de las lenguas le permiten articular un modo de discurso que entre nosotros es muy poco habitual. Riguroso en el dato e implacable en el método, ahora somete a Ashbery a un minucioso análisis, en el que desentraña la opacidad de su sentido y el modo en que funciona el carácter difuso de una obra caracterizada por la extrañeza del personaje poemático, inmerso en una especie de continua acuosidad. "Maestro de los tiempos muertos" lo llama y, sin duda, lo es un poeta que no ha dejado de infundir tantas sorpresas y temores a la crítica como misteriosos placeres al lector. Muy próximo a lo que Olson llamó el "verso proyectivo", aunque sin identificarse por completo con él, Ashbery procede de la poesía barroca y preciosista de Maurice Scève, al que en l957 estudió, pero del que se aparta precisamente por lo que lo define: la utilización de un verso, cada vez más largo, con el que se dirige hacia una meta que, sólo después de la llegada a ella, y no antes, se puede conocer.

El mismo ha dicho que su obra carece de temas. Lo que -junto con el uso de excursos y aporías- lo emparenta con la poética, más que con la poesía, de Valery, aunque algún verso de éste aquí aparezca. Su "asunto es que no hay asunto" sino un continuo y circular fluir: un flujo o fluido de frases en las que se ha visto la huella de "Caliban to the Audience" de Auden y del "impragmatismo emocional" de James. Jiménez Heffernan señala también la del sistema composicional de Raymond Roussel y, en concreto, de sus Nouvelles Impressions d’Afrique, un poema de 1932, elogiado por Ashbery porque su "tema real es su forma" y su "contenido está eclipsado por su construcción". Pero el espacio en que este tipo de texto se mueve y se sitúa es en el de la literatura ascética y espiritual, que está en la base de la pintura metafísica.

Si Rilke, Valery, Alberti y Eliot se vieron influidos por sus lecturas del Padre Nieremberg, Ashbery lo está por otras que constituyen su heterodoxa tradición. El carácter analítico de la prosa utilizada como verso aquí permite una inmersión en el yo relativo, así como una conciencia de la difusa fantasmagoría de toda posible identidad. Tres Poemas es, más que nada, una experiencia mística en la que el autor salda sus cuentas consigo mismo, con el amor convertido en memoria y con el solipsis- mo inherente a toda idea del yo y de la alteridad. Escritos entre noviembre de l969 y abril de 1971, estos tres poemas intentan poner orden también en la percepción de lo continuo. De ahí tanto el aspecto cubista de alguno de sus títulos como el modo de composición de los poemas. "El nuevo espíritu" adelanta las notas de toda su partitura musical (por mucho que queramos olvidar, algo acude pronto a ocupar su sitio) que, luego, cataliza y confunde en la complejidad de su sintaxis. La poesía funciona aquí como un acelerador de partículas en una forma de vida intermitente en la que todo aparece en blanco y negro, mientras el olvido rápidamente absorbe su contorno. El sistema seguido tiene mucho de la técnica de montaje de un film: como en él, se subraya o se corta alguno de los planos y se focaliza un determinado campo de visión. La belleza es vista como una prisión disfrazada de colegio y el postamor, como las consecuencias de la carne gris en la cocina de lo cotidiano: a través del otro no logramos ver y el conocimiento no nos hace más felices.

Como en las pinturas alemanas de los siglos XV y XVI, el sujeto poético, en el momento de escribir los textos, frisa o ronda los cuarenta años y piensa que la transparencia es igual que el vacío. Por eso inicia un tipo de parodia centrada en torno a Goethe. "El sistema" parte de que la verdad se obstina en ser ella misma y nosotros, nuestro constante cambio, cristalizado en un progreso que nos hace ser los otros que habíamos estado esperando. Ashbery ve esto como un defecto trágico: Cervantes y Nietzsche se dan la mano aquí. Si el poema anterior concluía en una crónica tea-tral de nuestras vidas sin el último acto, "El recital" insiste en lo que cada uno tiene tanto de individuo como de multitud. Tres poemas es un libro tan importante como difícil para estos tiempos de mediocridad.