Image: Aventura

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Poesía

Aventura

Claudio Rodríguez

17 marzo, 2005 01:00

José Ayma

Ed. Facsimil de l. García Jambrina. Tropismos. Salamanca, 2005. 272 páginas, 39 euros

A su muerte en 1999, Claudio Rodríguez estaba trabajando, con la parsimonia acostumbrada, que se había ido acentuando al paso de los años, en un nuevo libro. Tenía el título, Aventura, y once poemas en avanzado estado de elaboración.

A pesar "del notable interés de los mismos" se ha creído conveniente evitar una edición convencional o una edición "filológica o académica". Lo primero porque la "poesía completa" de Claudio Rodríguez ya estaba fijada "y no parecía legítimo añadir un nuevo título a la misma", y lo segundo porque "de alguna manera violentaba el carácter que queríamos darle a estos poemas e incluso podría hacerlos inaccesibles para muchos". Se ha optado por editar facsimilarmente los mecanoscritos y manuscritos de las diferentes versiones de cada poema, lo que convierte a este hermoso volumen ilustrado en un libro objeto, más adecuado para el regalo que para la lectura. Del prólogo inteligente y preciso, como suyo, de Luis García Jambrina, lo único que no resulta comprensible, quizá porque se limite a seguir una decisión ajena, son los criterios de edición. Recurrir a Cesare Segre y a su crítica genética parece una excusa, casi una broma: al estudioso de Claudio Rodríguez que quiera analizar su obra "a través de sus manuscritos y borradores" le basta con solicitar una fotocopia de los mismos; al lector común de poco le sirve la reproducción de unas páginas escritas en letra ilegible y llenas de enmiendas y tachaduras.

Lo que sugiere esta peculiar edición, que no va acompañada de una verdadera edición de los últimos poemas de Claudio Rodríguez, es que alguien ha dudado de la calidad de los mismos: de ahí que se publiquen, no para ser leídos como poemas, sino para ser observados o venerados como fetiches. Pero ¿de verdad no merecen una edición convencional estos textos? García Jambrina señala que "en algunos momentos, podría hablarse de un cierto decaimiento, en comparación con la mayor parte de su obra anterior". Añade que tal descenso estaba ya presente "en algunos poemas de Casi una leyenda, a pesar de tratarse de un libro terminado y muy trabajado". Y es que la poesía de Claudio Rodríguez comenzó a escribirse a sus dieciocho años y concluyó poco después de que cumpliera los cuarenta, en 1976, con la publicación de El vuelo de la celebración. Los dos títulos siguientes, Casi una leyenda, de 1991, y el inacabado Aventura, apenas pasan de prolongaciones epigonales, pero sin la rotundidad de los libros anteriores: rescoldos de una llama que ardió como ninguna otra.

"Un deslumbramiento" se titula el primer poema de Aventura, un hermoso poema que hemos de entrever a través de sus tachaduras y enmiendas. Una mañana en Medinaceli al poeta le llega un secreto dentro de la luz. El poema siguiente, "Coro en marzo", pregunta: "¿Quién no esperó la brisa/de la meditación dentro del canto/que se esconde y renueva?". En estos textos inacabados y epigonales sigue soplando "la brisa de la meditación dentro del canto" que caracteriza a la poesía de Claudio Rodríguez ("Meditación a la deriva" se titula el más extenso de estos poemas), seguimos asistiendo a una revelación. Con "Marea en Zarautz" y "Galerna en Guetaria" el poeta abandona su tierra castellana para situar el escenario de su meditación frente al Cantábrico, en la tierra vasca, otra de sus patrias. Ambos poemas tienen un raro aliento romántico. El primero -que termina con un verso sorprendente: "La cruz. La lira"- se dirige al mar como Espronceda al sol: "¿A qué me llamas tú, esclavo en rebeldía,/si he perdido contigo/mi juventud?". En el segundo se alude a "las escamas, las branquias del diablo", al "contrabando y la piratería".

Hay también en este puñado de poemas -un verdadero libro que se merece una verdadera edición- un homenaje a Blake, una referencia "al manantial del arrepentimiento" y una consideración de la lluvia como "un pensamiento generoso". Y en el poema final -"Cuando la vejez"- la "verdad de la mañana" sigue alzándose "sin edad, sin destino". Como la poesía de Claudio Rodríguez, doblemente conmovedora en estos rescoldos últimos.