Image: Limpiar pescado. Poesía reunida

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Poesía

Limpiar pescado. Poesía reunida

Luis Muñoz

28 abril, 2005 02:00

Luis Muñoz. Foto: Lola Miranda

Visor. Madrid, 2005. 222 páginas, 8 euros

El sorprendente título que Luis Muñoz ha querido dar a la recopilación de sus cuatro libros publicados hasta la fecha, con el añadido de algunos inéditos recientes, se explica en el prólogo: "El poeta trabaja, como el pescadero que limpia el pescado, contra el tiempo. Tiene en sus manos un material que es la promesa de un alimento y de una descomposición".

Desde su libro inicial, Septiembre (1991), Muñoz es un poeta de atmósferas, de sugerencias y de levedades. Emparentado con la otra sentimentalidad granadina -tan activa en los años en que se inicia en la literatura-, prescinde de lo que había en ella de realismo comprometido, de herencia de los 50, para quedarse en un minimalismo sentimental que sustituye la anécdota por el matiz. "Fábula del tiempo" se titula el primer poema que escribió "con conciencia de que podía hacer que coincidieran una corriente vital y una verbal". El poeta anticipa la nostalgia que un día sentirá del tiempo presente: "Y esperarás cansado, te aseguran,/muchas tardes morir en la ventana,/buscando en la memoria/ ese tiempo feliz, siempre perdido,/esa estación dorada que tuviste/y que debe ser ésta, más o menos". Septiembre es el libro que marca el fin del verano de una demorada adolescencia. Los poemas rehúyen alzar la voz, deliberadamente evitan subrayar el final. Luis Muñoz permanecerá en buena medida fiel a esta poética durante los títulos siguientes.

Algunos poemas de Manzanas amarillas (1995) añaden un nuevo tono, más realista, pero no menos minimalista. Lo encontramos en las enumeraciones de "Biografía". O en la fugaz historia de amor que narra "Postales en un sobre". En estos textos se aproxima a Carver: quiere dejar constancia de una vida con palabras comunes y detalles mínimos. En la misma línea se inscribe "Imaginería", que habla de la imposibilidad de entender cualquier amor desde la banalidad de su apariencia. En El apetito (1998) se encuentra los dos mejores poemas de este nuevo realismo estilizado: "Camisetas" y "Esto no es una experiencia". Menos conseguidos resultan los poemas narrativos. Hay también en Muñoz poemas culturalistas, homenajes a escritores -Gil-Albert, Verlaine- de alguna manera próximos a su mundo, y reflexiones metapoéticas como "Día a día", dedicado a L.García Montero.

Correspondencias (2001) y los iné-ditos que se añaden a esta edición nos demuestran que Muñoz no es un poeta en cuya obra se puedan establecer etapas. Su desarrollo se realiza en espiral: vuelve una y otra vez sobre los pasos ya recorridos, ahondando en unos casos y repitiendo en otros. "Sin título", el poema inicial, acumula imágenes para definir una tarde que es todas las tardes, "el ahora y sus exclusas": "Viene la tarde igual que raspadura/de limón./Con su tacto grumoso y su perfume/como de amor reciente". "Mi nombre es Bob" reincide en el poema con personaje, en la breve y elíptica historia que ha de completar el lector. "Perecedero" consigue uno de los máximos logros del libro: su realismo simbólico continúa, sin mimetismos, al Antonio Machado de Soledades. Menos afortunado resulta el autor en los dos poemas que llevan el engañoso título de "Homosexualidad". El lector intuye que se han querido quizá representar dos etapas en el desarrollo erótico, una primera de aislamiento -"Soledad, arrecife, espera"- y otra de aceptación -"amar sólo aquello que da con lo posible"-, pero quizá no se ha ido más allá de confusos borradores. Corregidos, disminuidos y aumentados (los cambios resultan especialmente significativos en Manzanas amarillas), los cuatro libros que Luis Muñoz reúne en Limpiar pescado nos muestran a un poeta que prefiere la sugerencia a la rotundidad, el esbozo al minucioso acabado, a un poeta que acierta cuando consigue contrarrestrar con la eficacia de los pequeños detalles exactos y la precisión de las imágenes irracionales su tendencia a la vaguedad impresionista.