Image: Poesía completa

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Poesía

Poesía completa

José Saramago

26 mayo, 2005 02:00

José Saramago. Foto: Archivo

Trad. ángel Campos Pámpano. Alfaguara. Madrid, 2005. 348 pags, 20’90 e.

Antes de que, en la década de los ochenta, José Saramago se convirtiera en el novelista portugués más leído y admirado, tuvo una larga prehistoria. Fue periodista, poeta, ocasional dramaturgo. ¿Se acordaría alguien de sus libros Los poemas posibles (1966) y Probablemente alegría (1972) si no hubiera escrito las novelas posteriores?

él mismo se lo planteaba en el prólogo a la primera reedición portuguesa: "Se podría preguntar si estos versos (palabra hoy poco usada, pero muy oportuna para el caso) merecen segunda oportunidad, o si, por ventura, esta oportunidad vendrá dictada por determinadas y más cabales demostraciones del autor en los territorios de la ficción". Con otras palabras, si estamos ante "un simple y frecuente fenómeno de aprovechamiento editorial" o los poemas tienen valor autónomo. No parece que haya muchas dudas, al menos en lo que se refiere a la edición española.

Los poemas de Saramago -correctos y bien intencionados- tienen el tono de la poesía de su tiempo, los últimos años del salazarismo, pero no lo trascienden. Copio, como muestra, uno de esos poemas, "Manos limpias": "Del gesto de matar con ambas manos / el modo de amasar no es diferente (qué bueno este progreso, qué descanso: / el botón de la derecha da al pan, / con el botón de la izquierda, fácilmente, / disparo, sin mirar, la bomba voladora, / y al enemigo alcanzo)".

Los poemas de Saramago, como sus anecdóticos y promocionales diarios, interesarán sólo a los devotos del autor, son literatura de segundo grado: no crean nuevos lectores, pero satisfacen el fetichismo de los fascinados por la capacidad fabuladora y la personalidad comprometida del autor de El año de la muerte de Ricardo Reis.

Pero esta Poesía completa, junto a los dos citados libros de versos, incluye un libro más, El año de 1993, escrito en una prosa que se aproxima al versículo, y que tiene más en común con las novelas que vendrían después que con la poesía que se publicó antes.

El año de 1993, como el 1984 de Orwel (publicado en 1948) o el Brave New World, de Huxley, es una fábula anticipatoria. Se publicó por primera vez en 1975 y es una consecuencia directa de los anhelos utópicos que despertó la revolución de los claveles.

Ya en algunos poemas de Probablemente alegría se notaba un aprovechamiento de las técnicas surrealistas y una tendencia a la narratividad. Ocurre así en "Protopoema" ("Del ovillo enmarañado de la memoria, de la oscuridad, de los nudos ciegos, tiro de un hilo que parece suelto") o, sobre todo, en "La mesa es el primer objeto", pormenorizado relato de un sueño.

Un sueño -una pesadilla, mejor- minuciosamente relatado es también El año de 1993. El comienzo y el final no dejan dudas sobre el modelo pictórico que sirvió de inspiración. "Las personas están sentadas en un paisaje de Dalí con las sombras muy recortadas por causa de un sol que diremos parado", se lee en el versículo inicial. Dalí -sin mencionarlo- está igualmente presente en las últimas líneas: "Conforme se concluye que nada hay bajo la sombra que el niño levanta como una piel desollada".

El año de 1993 merecía una edición independiente, al margen de los dos libros de versos, fatigosamente convencionales. No es una de las grandes novelas alegóricas de Saramago -Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres-, pero de alguna manera ya las contiene en germen. Y con el aliciente añadido de una concisión que hace esta fábula alucinada especialmente atractiva. Sobre todo -pero así ocurre en cualquier obra de Saramago- cuando la lección, la sátira del mundo contemporáneo, no transparente en exceso su contenido catequístico.

Como en todo gran escritor, el núcleo de la obra de Saramago es poético: por eso cuando sueña llega más allá que cuando razona. Su poesía, sin embargo, está menos en los primeros libros de versos -no del todo desdeñables- que en las novelas que vendrían después y de las que El año de 1993, surrealista y expresionista, constituye un sugerente anticipo.