Poesía

Amor mi señor

Luisa Castro

10 noviembre, 2005 01:00

Luisa Castro

Tusquets. Barcelona, 2005. 140 páginas, 12 euros

No habrá muchos que duden de que en la tradición de la poesía amorosa europea uno de los pasajes de mayor excelencia es el de los trovadores provenzales. Entre otros muchos rasgos característicos, se da en sus poemas una curiosa inversión en la denominación de la amada, que es nombrada como "midons", "mi señor", donde se expresa bien cuál es la clave de la relación entre la dama y el enamorado, el vasallaje feudal, estructura que tiene su prolongación léxica por todo el discurso.

Este "midons" tuvo su secuela en otro corpus amoroso extraordinario como es la lírica galaico-portuguesa, donde la dama es designada mediante "mi(a) senhor", índice de un mismo vínculo de amor: la relación de jerarquía. Pues bien, Amor mi señor se incardina en esa tradición, la reescribe, y una de las claves es que en sus poemas se lleva a cabo un mismo trastrueque genérico. La voz de los poemas de este libro es la de una mujer ("La desertora" es el título de la primera sección), que, sin embargo, se refiere a sí misma en masculino: "soldado de amor", ya en el primer poema, de manera que este poemario prolonga esa tradición al tiempo que la invierte y, con ello, lo que ha de decirse es que la reinventa.

Como anuncia el título, el tema del libro es amoroso y dentro de tal tema, o conjunto de temas, se centra en ese tiempo en el que el amor es ya el pasado. Y es que, pese a que el soldado del amor sirvió a su señor, figura que se concreta aquí como el "capitán", no ha recibido nada de él ("Amor que todo lo pides, / y nada das que no sea/ a cuenta de usura, alegre/ fuente que todo lo secas"), y ante semejante paga se declara traidor a amor y abandona sus filas. Así, la amante-soldado ha perdido la batalla, pero no a manos del enemigo, sino que si sucumbió fue ante la mirada de su señor ("no me derribó el hostil; / tus ojos me atravesaron"), donde se integran al texto otros antiguos tópicos de la literatura amorosa. Pero también aquí con renovación: el amor llega por los ojos y causa la herida de amor, sin embargo, esa herida no es ya la clásica del enamoramiento, sino que en un gesto más de originalidad se invierte para ser la de la ruptura. La experiencia amorosa ha llevado al desastre, lo que podría haber conducido el libro a un simple aviso para quien se enamore, pero no será así. El fin del amor no habrá sido en vano, pues, al menos, ha dejado una lección: el Tiempo, del que se dirá es "amante más que ninguno", pues verdad es que éste ni abandona ni engaña con su pago. A ese nuevo señor, el soldado le rinde vasallaje, "Estaré a tu lado" le dice, pero se trata de un extraño señor, tanto que, al declarar "Quiero servirte de consuelo / hasta el último segundo de tu existencia, / Tiempo", la voz está poniendo de manifiesto que su nueva milicia, su nuevo amor, es un servicio cuya recompensa no vendrá de ningún otro modo que no sea con la muerte. Sin embargo, como muestran los versos citados, una vez más se ha dado la vuelta al lugar común y es al Tiempo a quien, paradójicamente, se le atribuye una existencia limitada, siquiera durante esos breves instantes en que el tiempo nos salva gracias a su don de la ebriedad: "Conforme te bebo, Tiempo, / voy comprendiéndote".

Por otra parte, para poetizar esta historia, se ha recurrido a una escritura doble: verso libre, pero también estrofas populares o tradicionales y en ocasiones se leen algunas frases que tienen también ese sabor, duplicidad que es la contrapartida en lo formal del doble componente de tradición y renovación que hay en este libro. Esta duplicidad encuentra otra manifestación en el hecho de la presencia de más de una lengua. Según se explica en una nota, dieciséis poemas en gallego, que se incluyen, fueron traducidos al español y, al traducirse, generaron varios otros textos más hasta hacer de este libro una especie de traducción con amplificación, una autoglosa. Amor mi señor es, en definitiva, la escritura de una experiencia amorosa y la reescritura de una tradición que se revive y se revitaliza con sabiduría poética, rara avis en estos tiempos en que parece que en poesía todo vale.