Poesía

Oficio ardiente

Juan Gelman. ed. M. Á. Pérez López. ed.

5 enero, 2006 01:00

Juan Gelman. Foto: Begoña Rivas

Universitarias de Salamanca, 2005. 553 págs.

Tienen los poemas de Juan Gelman dos de las características esenciales que definen a la mejor poesía hispanoamericana y que, para la nuestra, suponen siempre un continuo y fertilizador ejemplo: la riqueza verbal, la fuerza expresiva, y el humanismo hondo y convincente.

A nuestras manos habían llegado ya sus obras, bien a través de ediciones individualizadas (Visor, Seix Barral), bien en variadas muestras antológicas; pero nos faltaba un testimonio como el que ahora nos ofrece esta hermosa y cuidada edición de María ángeles Pérez López, profesora en la Universidad de Salamanca y poeta que ha dado muestras de su especial sensibilidad a la hora de seleccionar los textos, aunque el propio Juan Gelman haya colaborado también en dicha selección.

Falté el año pasado, por razones mayores, a mi habitual cita con el jurado del premio de las letras Teresa de ávila, pero me alegró saber que la obra de Gelman había sido la galardonada. Esta circunstancia no es intrascendente, pues en ávila y bajo el simbólico nombre de Teresa me parece que se cerró un círculo muy sutil y muy significativo en el vida y en la obra de este auténtico poeta. También ese año se le concedía el XIV premio Reina Sofía de poesía. Esta antología es el fruto más fehaciente de este galardón.
La poesía de Gelman es siempre rica en matices expresivos y en significados conmovedores, pero hay algo que destaca en esta selección que ahora se ha hecho de la misma: el sugestivo contraste entre la fuerza, claridad, rotundidad y desgarro de la misma y ese tono aparentemente más leve, de cita, comentario, plegaria o lamento que late en los poemas, especialmente a partir de ese año clave y doloroso para el autor que fue el de 1976. Es duro decirlo, pero parece como si precisamente a partir de esta fecha los poemas de Gelman comenzaran a respirar más plenamente, se expandieran adquiriendo su máxima expresión de verdad y convicción, y dejaran a un lado -con ser valiosa- la "literatura", es decir, cuanto está sometido a la construcción del estilo.

Esa fecha de 1976 -en la que los secuestros y asesinatos de la dictadura argentina afectan de lleno a Gelman- y el exilio que se abre para el poeta en muy distintos lugares (Roma, Calella, París, Buenos Aires, Zurich, Ginebra, México), desencadenan una metamorfosis en su obra, que es la de que su ánimo se vea obligado a decir lo que, simple y llanamente debía y tenía que decir. ¿Cómo poder deshacer el dolor cruel y abrir la esperanza? La palabra poética verdadera tiene el don de testimoniar y de salvar a quien escribe y a quien lee. Hay, pues, más allá del desgarro expresivo de Gelman, una mansedumbre en su poetizar, un tono piadoso de entrega que logra quebrar la crueldad del mal y que nos salva de la barbarie.

María ángeles Pérez López señala muy bien en su completísimo y ahondador estudio la significación del uso de la barra gráfica en los poemas de Gelman a partir de un libro como Hechos. Esta aportación formal -"tajo corte cesura" en el verso- los enriquece, entrecorta sugestivamente el ritmo del poema y crea dentro de él mundos innumerables. Las palabras hieren, restallan o fulgen, pero también hay en ellas ebriedad. Y el poeta sabe muy bien dónde están los puntos cardinales, las claves a las que él les da nombre en ese momento crucial de las pruebas: la misma Teresa de ávila, Hadewijch, Juan de la Cruz… Hay siempre en esta poesía un amor último y salvador en el que el dolor madura y en el que se agudiza lucidísimamente la reflexión. Su sentir nos sacude, pero a la vez es como ola que nos remansa.

Luego, en los últimos libros y en los inéditos, la poesía de Gelman se sintetiza, se adensa, se recorta. Es el proceso natural hacia el silencio, después del caudal cimero de obras como Comentarios, Carta abierta, dedicada a su hijo asesinado, o la Carta a la madre, copioso resumen ésta del pensar y del sentir en los límites. Más lejos de ahí no se puede llevar la palabra. Cita Gelman al poeta judeoespañol para decirnos que "Los bivos no pueden fazer el offizzio de los muertos", pero lo que sí puede hacer un poeta vivo es lo que Gelman ha hecho: dar para siempre vida a la muerte, dignificar e incluso vencer a ésta de la manera más civilizada y más alta. Y ofrendárnosla en el poema.