Poesía

Fuente de Médicis

Guillermo Carnero

30 marzo, 2006 02:00

Guillermo Carnero. Foto: Ernesto Caparrós

Premio Loewe. Visor. Madrid, 2006. 46 páginas, 8 euros

Desde su ya lejano Dibujo de la muerte (1967), la poesía de Guillermo Carnero (Valencia, 1947) ha venido evitando la repetición, el manierismo, mostrándose como una poética en transformación y este libro viene a confirmar esa poética en marcha al presentar varias novedades.

Para empezar, Fuente de Médicis es un único poema extenso y, además, todo él consiste en un diálogo sin que haya una voz narrativa, una pura dramatización. El texto pone en escena a tan sólo dos personajes. Uno es Galatea, y el tratamiento se aleja del paródico con que suele aparecer en la poesía contemporánea. El referente, naturalmente, es Góngora y su Fábula de Polifemo y, de hecho, de este poema se toma un verso que figura como lema, otro más se inscribe en el texto y aún hay alguna deuda más, como "luz dudosa".

Se lee también el verso final del soneto XCIV de Shakespeare, pero Fuente de Médicis no quiere ser una imitación de la poesía clásica, y no es detalle menor al respecto el que las palabras iniciales de la ninfa, y del libro, sean las mismas de Himno a la juventud de Jaime Gil de Biedma: "¿A qué vienes …?" El otro participante en el diálogo, o disputa, pues las posiciones son encontradas durante todo él, se nos presenta como un "viejo y solo"; es un hombre que ha vivido, que ha amado y ha escrito, pero que ahora ha tomado conciencia del paso del tiempo, siente cerca la muerte y descree del valor de su vida y de su obra. Alguien que, habiéndosele mostrado la belleza, creyó en lo absoluto y sabe ahora que todo fue vano. Un hombre, pues, desengañado de todo y es esta cuestión de fondo lo que enlaza este libro con la poética barroca y no la adopción de un estilo que remedase el gongorino. Por el contrario, el lenguaje aquí está próximo al coloquial y no parece que en esto el magisterio de Gil de Biedma sea ajeno.

La escena y el diálogo no son más que un dispositivo que sirve para tematizar una serie de asuntos, gobernados todos por la visión de quien dice que ha cruzado su tiempo para verse al final con las manos vacías.

Fuente de Médicis es un diálogo de muertos. Más que la de un fracasado, la voz del personaje es la de un muerto, quizá porque sabe que jamás ha vivido la vida, quizá porque en negarse a vivirla encuentra su único refugio, su único aliento paradójicamente de vida. Dialoga con la piedra mohosa de una estatua que le recuerda de forma insistente -las descripciones modernamente barrocas sobre la decrepitud de la carne abundan en el libro- que ella tampoco nunca estuvo viva, que sólo es un engaño para añadir a su desengaño. Que por andar tras ella en los jardines -locus amoenus reiterado que en realidad ni fue nunca su locus ni amoenus-, "Has rechazado/ el mundo de los vivos por buscar/ en ellos un engaño de completa/ pulcritud que no existe". Que se deje "llevar por los sentidos" y que se agarre a esa vida que aún le queda y rechaza. Pero es un diálogo de sordos. Las razones de Galatea no van a convencer a aquél que siempre anduvo enamorado de la muerte y cuyo cuerpo, que buscó la belleza del lirio, por sus actos ahora es lirio podrido. Como supremo orgullo sólo le resta renunciar a todos los sentidos y a todos sus engaños. Y así renuncia al tacto, al oído, a la vista, al gusto y al olfato. Y renuncia también a la memoria si no se le permite otra vez empezar, "que cobre juventud, esperanza, fortaleza/ y con ellos al tiempo que crucé/ inconsciente, creyendo que era mío". Mas hasta esta renuncia le habrá de ser vedada: "tú no puedes/ renunciar ni borrarte: te has escrito".

Y hoy quiere justamente el castigo merecedor "de quien cambió su vida/ por un sueño de libros y museos", porque sabe que él es ese jardín "sin vida ni esperanza/ ni más aspiración que ser escrito". Pero no habrá castigo para quien, como dice Hülderlin en uno de los lemas del libro, "logró plasmar lo más querido/ y sagrado, el poema". Y al renunciar a todos los sentidos, las aguas de la muerte, nuevo pastor, imposible amor de Galatea, le esperarán tranquilas "ya que vas de la mano que no sientes". Y Guillermo Carnero, como la voz poética de Fuente de Médicis, habrá vivido y muerto como los dioses: tendrá la poesía, nada más le será necesario.