Poesía

Un mal ácido

Cecilia Quílez Lucas

8 febrero, 2007 01:00

Torremozas. Madrid, 2006. 70 páginas, 8’50 euros

Cecilia Quílez tiene 42 años. Y su poesía también. Un mal ácido es fruto exquisito de una madurez poética que no ha perdido la espontaneidad de la infancia. No es casual que encabece el poemario una cita de E. E. Cummings: el maestro sabía mucho de esto.

A propósito de infancias, el impresionismo poético de Quílez evoca precisamente los recuerdos de la niñez, vagos, persistentes: "Calada camiseta, infantil tirante/ abrocha un hombro transparente,/ cultivada piel de caricias, / piel de niña de diez años" ("Las niñas buenas"). Buena conocedora del arte de la alusión, la poeta confía en la música del verso. Porque esta poesía canta: "Tengo, tenía, / no tenía, no tengo / nada ahora/por culpa, culpita/de este pañuelo/que tapa, tapó/mis ojos bonitos, /tan grandes ellos" ("Your latest trick…"). Una niña no lo hubiera expresado mejor.

Y, sin embargo, la estructura del verso es ingeniería pura: "Puso mi abuela un escapulario,/ hechizada seña que el candor tutela,/ plástico atroz que mi níveo pecho/llaga: Santa Gema" ("Las niñas buenas"). La sintaxis oscila entre la funcionalidad de la lengua hablada y el más fino calibre poético: "No fuiste mejor que a mis labios/ la melaza cuando añora el azúcar" ("As de espadas"). Y si hay que contar sílabas, se cuentan: "Hoy quiero que me canten / las hojas de los castaños, / que entren por mi balcón/ y hagan de mí una estela/ que me cubra de olvido" ("Paisaje ideal"). Autoconsciente, siempre bajo control: la técnica de una poeta dueña de sus recursos.
Más convincente en lo concreto que en lo abstracto, Quílez recrea con originalidad figuras y motivos bíblicos ("La suerte de Lázaro", "La mano en la fuente"). Pero es una divinidad pagana la protagonista del poema alfa: "Podría ser la absoluta diosa de las guerras,/ lidiar de cazadora para lograr la presa./ Pero me voy a hacer la ciega;/ seré sólo la mangosta/ que caza serpientes a cualquier hora,/ para tejerme en casa / un abrigo de moda" ("Artemisa").

La de Cecilia Quílez es poesía que cuenta cosas. Y lo hace francamente bien. Un mal ácido no exige relecturas, pero crece con ellas. Estos versos son promesa de otros, futuros, incluso mejores que los presentes. A sus 42 años, la poesía de Quílez tiene toda una vida por delante.