Image: El libro de los hundidos

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Poesía

El libro de los hundidos

Mario Cuenca Sandoval

14 junio, 2007 02:00

Mario Cuenca Sandoval. J. Ruiz de Almodóvar

Visor, 2007 56 pp, 8 euros

Es costumbre de los malos poetas cultivar con devoción los temas ¿poéticos? de toda la vida: el amor -con abundancia de ¡ohes! y ¡ahes!-, la naturaleza -en especial, las flores y los pajaritos-, el mundo interior -inevitablemente calificado de rico- y, por supuesto, la poesía misma. Y lo peor no es la recurrencia de tópicos, sino la reiteración de perspectivas. De lo mismo de siempre se dice lo mismo de siempre. ésta es poesía fósil, taxidermia pura.

En El libro de los hundidos, Mario Cuenca Sandoval renuncia al formol y ensaya ángulos inéditos desde los que contemplar el mundo. O, mejor, la vida. Este V Premio Vicente Núñez es poesía de la acción, no del estatismo. La descripción y la reflexión tienden a serlo de una rea-lidad en proceso, incluso en retratos relativamente ortodoxos ("Nadadora") o en escenas sin esperanza de aventura ("Madrugada"). Pero ningún poder ejecutivo como el de la existencia en modo destructor: ese mar que engulle ("Tsunami"), ese mar que ahoga ("Cadáver de muchacha desconocida"), ese amor que se acaba y, de paso, acaba también con nosotros: "Salieron de la atmósfera de amarse y se arrojaron / a los gélidos sarcásticos océanos / del ya no amarse más / y allá se hundieron / silenciosos / como animales sin extremidades" ("El final del amor"). Si el agua no nos mata, ya nos encargamos nosotros de hundirnos en nuestro propio fango. En fin, que no tenemos remedio.

Torpes en la supervivencia, no lo somos menos en la literatura: "Todos los poemas de amor / de todas las épocas y todos los poetas (debo añadir: varones) / todos fueron escritos para aquella Beatriz de Dante / […] / Y a fuerza de más luz la hemos matado / Y ya no hay quien escriba / un poema de amor medio decente" ("Autopsia de Beatriz". No cabe más ironía en un título). La vida es repetición, pero la repetición es muerte. Matamos lo que amamos, dejar de amar nos mata. La condición humana es una perpetua contradictio in terminis. No hay muchos poetas que escriban sobre el capitalismo insostenible ("Fábula sobre el orden mundial"), que citen a Eugenides o el guión de Hotel Rwanda, que indaguen en lo más profundo del hombre no visitando delicados -y, cómo no, ricos- mundos interiores, sino transitando por el hall of fame de los tipos duros: George Foreman ("El derrotado"), Clint Eastwood ("El cazarrecompensas") o uno de los grandes maudits americanos ("Bukowski en los grandes almacenes, Ficción filosófica)". Tampoco hay demasiados poetas capaces de concebir imágenes nuevas a partir de lo nuevo: "su mirada de Volkswagen triste" ("El final del amor") es metáfora sólo al alcance de esos pocos que aún creen en la belleza del mundo, del nuestro.

La originalidad, no obstante, tiene su precio: Cuenca Sandoval lo paga en forma de versos periodísticos ("Efecto mariposa") o de recursos ineficaces -por innecesarios- como la eliminación de signos de puntuación. Pero, aunque a veces el poeta cae, lo hace con la dignidad de quien pierde porque ha invertido, en lugar de guardar sus ahorros en un calcetín. La poesía española del 2007 no es aficionada a los riesgos. Bienvenido, pues, un poeta que, a sus 32 años, sabe apostar con inteligencia, mesura y una conciencia social sin concesiones a la demagogia.