Image: Cuadernos (1894-1945)

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Poesía

Cuadernos (1894-1945)

Paul Valéry

29 noviembre, 2007 01:00

Paul Valéry, en su estudio en los años veinte. Foto: Archivo

Selec. y pról. de A. S. Robayna. Trad.: M Privat, F. Sainz y S. Roba. Galaxia Gutenberg-Círculo

Cuando Michel Foucault advertía que el mundo "no es cómplice de nuestro comportamiento", habían pasado casi 80 años desde que Paul Valéry (Sète, 1871-París, 1945) dejara la poesía -para no retomarla hasta más de cuatro lustros después- y se entregara al ejercicio riguroso del pensamiento negando precisamente esa complicidad.
Realizaba así una labor de análisis con carácter de diario intelectual -a la que se dedicaba cada día desde las 4 o las 5 de la mañana -, que se cifraba ante todo en describir los mecanismos mentales con los que el ser humano desarrolla su intelecto: "mi objeto filosófico-literario ha sido mostrar en acción, y a la vez, los órdenes diversos que constituyen la complejidad del hombre […] la condición primordial del pensamiento, su elasticidad."

Día a día, pues, Valéry fue plasmando en los 261 cuadernos que escribió entre 1894 y 1945 -26.000 páginas- cuanto podía interesarle. De todas estas páginas aparece ahora una interesante selección de Sánchez Robayna que no podemos dejar de celebrar. A través de ella queda patente la amplitud de los campos que atraen al poeta que van desde la relación entre la vida, la matemática, la geometría y el álgebra, los límites de la conciencia, el lenguaje, los sueños, el papel de la historia, el eros, la poesía, la psicología, la ciencia, la filosofía, la religión y la literatura; su relación con Poincaré, Einstein, Degas o Gide; y sus observaciones sobre Rimbaud, Baudelaire o Mallarmé. Adorno definió estos escritos como "el pensamiento mismo trabajando". Y trabajando, en efecto, tan implacablemente que no elude contradicción ni apunta a síntesis o simplificación, porque no se le oculta que consiste ante todo en "mezcla, mixtura, y esto con un refinamiento en la mezcla, inexpresable".

El pensamiento se origina en cada hombre en relación, ante todo, consigo mismo puesto que "lo que recibimos de los sentidos no es el ‘mundo exterior’, es aquello con lo que hacemos un mundo exterior", de modo que "la percepción es realmente un lenguaje" a merced del cual estamos. Para su investigación, Valéry emplea un sistema en el que se sitúa a sí mismo en la exterioridad, al que a veces denomina "Reducción a lo absoluto", que consiste "en una especie de proyección de todo, o de cualquier cosa, sobre el plano del momento, reducido ese objeto a unos caracteres, cualidades, potencias etc., que sean sensiblemente los míos ". Este hecho parte de la convicción de que lo verdadero es lo que se expresa desde el yo, del mismo modo que sólo lo que se escribe para uno vale para todos, mientras lo que se escribe para todos no vale para nadie. Así, convertida la inteligencia en objeto de observación, se rechaza la memoria afectiva y la emoción para que destaque la conciencia mientras piensa. Este procedimiento lleva a realzar la importancia de la forma en que se produce tanto como el contenido. El resultado es una escritura tan aguda y precisa que sólo es comparable a la de Wittgenstein.

En su certero prólogo, Sánchez Robayna compara estos Cuadernos con los Fragmentos de Novalis y el Zabaldone di pensieri de Leopardi y nos recuerda que Octavio Paz afirmó: "Encuentro que el verdadero filósofo francés de nuestra época no es Sartre: es Valéry". Por la precisión de sus comentarios científicos, el premio Nobel Ylia Prigogine consideró que con sus observaciones sobre el tiempo, el poeta se adelantaba a las actuales teorías físicas.

Ciertamente en todos sus aspectos este libro resulta asombroso y aparece en un momento en que es necesario pues basta con abrirlo por cualquier página para disipar la duda sobre el hombre que los acontecimientos históricos suscitan incesantemente. Constatar que la inteligencia puede ser tan poderosa en sí misma nos obliga a recobrar la confianza. Al azar encontramos, por ejemplo, afirmaciones como: "el espíritu es un momento de respuesta del cuerpo al mundo", "no conocemos el sueño sino a través del recuerdo", "cada instante es metamórfosis", "la mente sólo es trabajo. No existe más que en movimiento", o "el mundo pronto estará constituido por naciones sumamente extrajeras las unas de las otras y todas parecidas (serán, por tanto, enemigas), si no encontramos lazos nuevos, análogos a la antigua cristiandad, o a lo que hemos llamado más tarde la civilización europea...".