Todos sabemos de qué está empedrado el infierno. En su contraportada, Cerca de tu memoria es definido como "un libro de la salvación por la memoria". Es inercia poética: en los versos sólo leemos poesía. Qué pobreza.

Cierto es que José Félix Olalla sabe tratar a Mnemosine. No hay lamento gratuito en sus elegías ni en la enunciación de los principios elementales -los más crueles- de la condición humana: "éste es el camino que seguirá la carne, / oro resplandeciente y luz sobre las cosas. / Será el tiempo inexorable y su represalia / un aviso certero para el recién llegado / que me hará pesimista a largo plazo" ("Me perturba el camino de las rosas"). Al duelo por muertos y vivos también se llega por la vía de la serenidad más lúcida.

Pero es en su observación del arte -no de la vida- donde el madrileño modula una voz lírica más rica. Fuera del cuatripartito "En el museo del Prado", sus metáforas se pliegan a una tradición -manriqueña, por ejemplo- que las anquilosa. Ante un cuadro la expresión del poeta cobra intensidad y fuerza, generando imágenes de gran plasticidad: "Luego nos dolerá la sangre del crucificado / y las angélicas manos que secan el madero" (II). Sutilmente aliterativa,la música de su poesía se aviva con la contundencia de "El barroco es ubérrimo en la figura de Rubens" o la sensualidad de "el pelo con medusas adorna los arneses" (III).

Contra lo que su título sugiere, Cerca de tu memoria no es mera lectura de recuerdos, sino, sobre todo, de trazos sobre lienzos. Olalla ve, describe lo que ve, narra lo que imagina, con mirada y verso limpios.