Poesía

Las traducciones del 27

Varios autores

10 enero, 2008 01:00

Ed. F. J. Díez de Revenga. Fundación J. M. Lara, 2007. 329 páginas, 22 euros

De la mano de Javier Díez de Revenga, uno de los principales especialistas en los poetas del 27, se nos ofrece esta antología poco común, tan necesaria como clarificadora. Y lo es no sólo por lo que revela de las lecturas, las preferencias y los intereses estéticos de este grupo de poetas amigos que forman una de las promociones mejores y más cultas de nuestra literatura, sino también por el valor en sí de muchas de sus traducciones, que resuelven en forma de brillantes creaciones propias las limitaciones últimas de toda traducción. Es la conciencia de tales limitaciones la que hace que en la mayoría de los casos estas traducciones se nos ofrezcan modestamente como versiones personales o "variaciones", como Jorge Guillén denominó el nutridísimo volumen de las suyas, propuestas a veces en series de hasta tres o cuatro sucesivas. Y, sin duda, el valor histórico de estas versiones de todos ellos, tan distintas de las realizadas en otros momentos históricos, pone en evidencia la concepción común del lenguaje de poema y las diferentes predilecciones y soluciones formales entre estos poetas.

En su prólogo Díez de Revenga estudia con detalle las peculiaridades de cada uno y da cumplida cuenta de las circunstancias de las traducciones y de sus valores respectivos. En el caso de Pedro Salinas, traductor también de Montherlant y Proust, las versiones poéticas de simbolistas y parnasianos pertenecen a sus primeros momentos, explican en parte sus orígenes como poeta y componen su contribución a la importante antología La poesía francesa moderna, editada en 1913 por Enrique Díez-Canedo y Fernando Fortún. Se incluye la versión del poema "La avenida", incluido en Bosque sin horas, la antología de Supervielle publicada en 1932 y a la que contribuyeron Alberti, Guillén y Altolaguirre, entre otros.

Mucho más numerosas y prolongadas en el tiempo fueron las versiones de Guillén, recogidas bajo el signo de una enorme diversidad en los tres últimos volúmenes de Aire nuestro, pero estando ya presentes implícita o explícitamente los nombres más relevantes en Cántico y en Clamor: de Leopardi y Wordsworth a Yeats, Montale y tantos otros, especialmente Valéry. De Gerardo Diego destaca ante todo la pasión de forma que impulsa sus brillantes aportaciones, que el poeta reuniría en 1960 en su libro Tántalo (Versiones poéticas), no incluido en sus Poesías completas. Muy relevantes nos parecen también las reflexiones del antólogo a propósito de la relación de Dámaso Alonso con la poesía anglosajona moderna -Hopkins, Yeats, Lawrence o Eliot-, así como con el austriaco Hofmannsthal, cuya influencia reconocía nuestro poeta. Los poemas seleccionados de Cernuda muestran también sus cuidadísimas traducciones consultadas, y, al tiempo, sus principales influjos a partir de los años 30: metafísicos y románticos ingleses, en particular Wordsworth, Keats y también Browning, pero sobre todo el de Hülderlin. Menos conocidas son las traducciones de Alberti, casi todas en colaboración con María Teresa León, con atención especial a los poetas rumanos, pero también de éluard y otros poetas afines en planteamientos intelectuales y políticos.

Menos abundantes pero muy reveladoras de sus intereses son las de Altolaguirre, sobre todo las de Shelley publicadas en su revista londinense "1616" con Concha Méndez, y suman a este conjunto variedad sugestiva, como sucede con Emilio Prados. Sólo una traducción se conoce de Vicente Aleixandre, y es la del poema de Nancy Cunard publicado por Neruda en Los poetas del mundo defienden al pueblo español (París, 1937) y cuyo original en francés ha localizado el antólogo.

En suma, estos 171 poemas seleccionados constituyen una muestra deslumbrante e imprescindible de lecturas y de creación, un perfil más de este grandioso grupo de poetas amigos en el que sólo falta la voz traductora de Federico García Lorca, de quien no se conoce versión alguna.

La avenida

No, no des en el hombro

al jinete que pasa.

Volvería la cara

y sería de noche,

noche ya sin estrellas

y sin curvas y sin nubes ...

Y, ¿qué iba a ser entonces

de eso que es ahora el cielo,

la luna y su desfile

y del ruido del sol?

Sería menester

esperar a que otro

segundo caballero,

tan fuerte como aquel

se decida a pasar.

JULES SUPERVIELLE

(en versión de Pedro Salinas)