Image: Gotas negras (40 haikus urbanos)

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Poesía

Gotas negras (40 haikus urbanos)

Andrés Neuman

24 enero, 2008 01:00

Juan Ferreras

Berenice. Córdoba, 2007. 80 páginas, 12 euros

Duda cruel: ¿qué porcentaje de obra está autorizado el crítico a reproducir en su reseña? Porque Gotas negras (40 haikus urbanos) / Gotas de sal (20 haikus marinos) de Andrés Neuman consta sólo de 180 versos. Y merece un comentario de más de 600 palabras. De las cuales un buen puñado deben ser citas textuales. Y entre nuestros hobbies no se cuenta la piratería. Por no mencionar que los 12 euros que cuesta el libro no son un gasto, sino una inversión. ¿Acabaremos compartiendo celda con otros enemigos de la cultura, como el eMule o las fotocopias?

Los 60 haikus de Neuman son perlas de imaginación poética que perpetúan más tradiciones de las que el género sugiere: se remontan a Homero en "Hoja caída / sobre el cristal del coche. / Envejecer" (p. 21), recorren la Ruta 66 a lomos de una Harley en "Consigue el viento / -humo, metal, rugidos- / llegar en moto" (p. 20), ensayan la revolución imagista más callada en "Seco en la arena / caballito de mar, / una pregunta" (p. 65). Tierra -suelo urbano densamente poblado- y mar -agua, sí, pero sobre todo luz- acatan un ciclo de las estaciones que el aparato industrial y tecnológico puede paliar, nunca cancelar. Porque vivir más no significa morir menos, el progreso es sólo una alegoría de nuestra indefensión: "No puede el viejo, / con un pie en el umbral, / subir al bus" (p. 27). El artefacto, memento de sentimientos trágicos: "Desolador: / un neumático rueda / por la avenida" (p. 29). No hay rabia contra la máquina, sólo aceptación de que es ella la que procesa nuestro genoma. La voz lírica es casi infantil, en todo presume inocencia, suena a posibilidades infinitas.

Ateo enfrentado a altísimos altares, Neuman rinde tributo -que no culto- al divino Basho con un rosario de metáforas que distorsionan sin compasión nuestra percepción sensorial, implantando en nuestros sobreestimulados cerebros la incertidumbre de si, en plena Galaxia PlayStation, hemos experimentado nuestro entorno de verdad, con intensidad, alguna vez. En 80 páginas casi en blanco, lo no humano se humaniza: "Medusa leve, / qué despacio conversas / con mi rodilla" (p. 68). O se cosifica: "Blandos collares / peces entre mis pies: / así, nadando" (p. 67). O se resitúa en el orden natural: "Y repentino / cae de la tormenta / un pulpo eléctrico" (p. 56). Lo no animal se animaliza: "Entre la hierba / un transistor perdido / ronroneando" (p. 42). Lo abstracto se materializa: "Casualidad: / volando, aquel periódico / cubrió un semáforo" (p. 43). Lo inexistente se inventa: "La vela blanca / quiere rozar la nube, / vuelanavega" (p. 66). Se trata de explicar la realidad por el procedimiento de crearla de nuevo. Ninguna naturaleza muerta estuvo nunca tan viva.

Once haikus, los hasta aquí consignados. Uno más (el que sin duda nos conducirá ante un tribunal de justicia por delitos contra la propiedad intelectual): "Aquí y allá / luz azul de mañana. / Son varios mares" (p. 79). Armado de una juventud que lo inmuniza contra la fatiga de ser uno de los mejores escritores -poesía o no poesía- en español, el bonaerense sobrehila versos que parecen salidos de la Tejedora de Sueños. Ni uno solo de estos micropoemas nos traslada a pasados ¿mejores?, ni nos saca de la alienante rutina ciudad-playa (la montaña ni siquiera es una opción). Pero en todos ellos se nos regala una visión 20/20 gestionada por un coeficiente intelectual estratosférico. El poeta: rompe el mundo, y a nosotros con él. El poeta: la apisonadora de sinestesias. El poeta: el ojo de la humanidad. Minimalista y autocontenido, el universo de Neuman nos resulta un espacio inmensamente habitable.