Image: Si temierais morir

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Poesía

Si temierais morir

Vicente Gallego

21 febrero, 2008 01:00

Foto: Pedro Armestre

Tusquets, Barcelona, 2007. 120 páginas, 12 euros

Por fortuna hay libros de excelencia y éste es uno. Y no sorprenderá a nadie que haya leído los anteriores libros de Vicente Gallego (Valencia, 1963), en los que ha mostrado siempre una pericia rítmica poco usual, un lenguaje de riqueza nada común y una riqueza de imaginería que es quizá uno de sus valores característicos. Todo eso, y más, estaba, pues, ya antes y vuelve a estar presente ahora y no como repetición de lo mismo, sino con una mayor altura, en lo que es ya, pese a lo que hay en ella de continuación, una escritura poética nueva.

El libro se articula en dos partes: "Antes" y "Ahora", y no es gratuita la denominación de esos bloques de poemas. Y es que es significativo que "Antes" comience con un poema titulado "Humo de pajas": "Oigo estos versos […] son música difunta". En paralelismo, el texto inicial de "Ahora" hace saber que "murió / -y cómo lo lloré- / el que hubiera creído / escribir estos versos". Según esto, lo que abre un abismo infranqueable entre el antes y al ahora es la muerte, pero una muerte -"la más grande verdad / la gran mentira"- que habrá de ser leída como simbólica y que está diciendo que se trataba nada más que de un morir para (re)-nacer. Y quien (re)-nace es un poeta nuevo, pero que ya ha adquirido el conocimiento y sobrevive en él. Si hay ahí paradoja, tampoco falta en varias otras ocasiones, como en afirmar que "la muerte es un lugar donde no hay muertos/ y es cosa de difuntos estar vivo./ Desde esta atalaya se contemplan/ al revés las verdades, verdaderas".

Esa voz nueva es la de un sujeto que ha sufrido una experiencia de regeneración porque ha comprendido que lo que estaba en juego era el desasimiento absoluto -lo que recuerda no poco a la mística-, el "perderlo todo", "y así celebro nupcias / con sólo respirar". Aquél, el de antes, andaba en el desasosiego de la búsqueda, el de ahora dice "Ya no miro, / celebro y acompaño […] contemplo / lo que no puede verse mejorado". El goce estaba, por tanto, en el ser, o vivir, sin más, y de ahí surge el verdadero canto. Será una palabra que se sabrá siempre escasa frente a la alegría de estar vivo y enamorado: "Si os digo que es amor no queda dicho; / y tampoco podréis haceros cargo / os diga lo que os diga", en lo que dice la inefabilidad, el no-sé-qué de los místicos. Porque también hay en esta poesía un sentimiento de unidad, de plenitud, de vibración con la música cósmica, a la que responde esta escritura, "esta estrofa enamorada": justa correspondencia. Y no puede dejar de señaalrse que esta estética es una ética: gozo ante la vida y nada de desazón ante la muerte.

Se leen a lo largo de Si temierais morir imágenes preciosas: "Mar adentro del ojo", "Entre dos nubes peina / el arpa de la luz los corazones", que en ocasiones se prolongan al modo de la alegoría. El virtuosismo del lenguaje da en juegos de palabras, "Aquí, donde el que llega / es juguete del fuego y luego frío", "Ni gracias te daré ni he de agotar / tus gracias aunque viva, como quiero vivir, / tan sólo, por contarlas a los vivos". Trabajo sobre el léxico que nunca resulta artificioso, sino que Gallego lo lleva a cabo con toda naturalidad, con elegancia. Y, entre tanto de eso que confusamente llamamos poesía, al fin la voz "del que la pone en claro".

Maestro

Detrás de la pupila

que enturbian polvaredas de este mundo,

detrás del mal mirar hay un descanso:

el acendrado espejo

que Dios pule en el alma para ver

tal cual hizo las cosas;

la consumada escala del maestro.

Ya no miro,

celebro y acompaño. Hecho está,

y aunque se siga haciendo,

no hay quehacer: contemplo

lo que no puede verse mejorado.

A ti conduce todo, en todo estás,

fingiendo dejadez en los desórdenes,

guardando proporción en lo simétrico.

Qué venero esta lente, cómo trazas

con tu ojo prismático amoroso

los pacíficos haces,

la senda que perdiéndonos nos halla

donde conviene hallarnos [...]