Image: Cien poemas japoneses

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Poesía

Cien poemas japoneses

Kenneth Rexroth. Traducción de Carlos Manzano

27 marzo, 2008 01:00

El poeta y traductor Kenneth Rexroth.

Gadir, 2008. 175 pp., 20 euros

Estados Unidos nos ha ofrecido a lo largo del siglo XX, de Ezra Pound a Archibald Macleish, algunos de los testimonios más sobresalientes de la poesía universal de ese siglo. En ellos quizá pesara la influencia de maestros del XIX como Whitman. Estoy hablando de poetas muy desbordados en su expresión, esos que Neruda
reconocía como "muy americanos", por ser conscientes a cada momento de en qué dilatada tierra escribían. Pero hablando del XIX no hay que olvidar otros que nos han encantado por ese afán de síntesis que quiebra la fácil contemplación, que hace del poema un microcosmos, y de los que fue el caso más señalado Emily Dickinson.

Entre el exceso verbal de unos y la concisión de otros acaso fuese necesario el testimonio de un poeta que, como Kenneth Rexroth, lo fiaba todo a ser y no a parecer, a la profunda experiencia interior, en detrimento de los requiebros de las modas. Nos hallamos, pues, ante uno de esos poe-tas que debió de taparse mucho sus oídos para dejar que fuese su voz la que fluyera con naturalidad; e incluso sin la influencia de poetas muy próximos, de los que él fue mentor, como Gingsberg o Kerouac, los nombres más resonantes del llamado "Renacimiento cultural de San Francisco". Quizá por ello haya sido necesaria la prueba del paso del tiempo para que se ponga de relieve la obra poética y de traductor de Rexroth (1905-1982), sin duda uno de los mayores poetas norteamericanos del siglo XX y uno de los de obra con más futuro, porque en ella todo se fía a esa profunda experiencia interior, traspasada de espiritualidad y llena de pasmo ante una naturaleza de estirpe neorromántica.

Era necesario haber hecho estas precisiones previas para abordar su labor como traductor de los poetas orientales. Recordemos que ya se nos habían ofrecido tres buenas muestras de sus traducciones: Cien poemas chinos (2001), Cien nuevas versiones de poesía china (2006) y El barco de orquídeas. Poetisas chinas (2007). También quienes hayan leído la obra poética de Rexroth comprenderán mejor este interés suyo por la poesía clara y pura de la tradición del Extremo Oriente. Entre nosotros poseemos ya una muy cuidada muestra en la antología Actos sacramentales (2005), también debida a la versión de un traductor de seguro prestigio como es Carlos Manzano. No se pueden, pues, comprender el interés y el sentido de sus traducciones sin ese maravilloso testimonio que es la propia obra poética de Rexroth.

Abrimos el libro y el lector se pierde enseguida en el mundo extremadamente condensado y pleno del poema, pero no debemos ignorar la información complementaria que acompaña al volumen, una introducción del propio Rexroth a sus versiones, las notas biográficas de cada uno de los autores recogidos, la muy selecta bibliografía final y una muestra de algunos de los más famosos haikus. Emperadores y emperatrices, monjes, algún que otro guerrero y también anónimos poetas, son los autores que aparecen en esta rigurosa selección que marca siempre su diferencia con nuestra poesía occidental. Como señala Rexroth, la gran densidad y concisión de estos poemas ha obligado tradicionalmente a explicarlos y a comentarlos. Ello es prueba de la dimensión y valía del mensaje final, de esa sensibilidad tan especial que siempre nos permite hablar de una poesía, ante todo y sobre todo, esencial. Incluso aquellos poemas que la tradición japonesa reconoce como "largos" responden a una extensión moderada y siempre a un exquisito propósito.

Hay que señalar también que en la división que yo establezco entre las traducciones hechas por obligación y las traducciones hechas por predilección, la que Rexroth ha hecho de la poesía japonesa de todos los tiempos pertenece a esta última él mismo reconoce que ha sido elaborada en el tiempo, con lentitud y placer, y que algunas de las versiones se remontan incluso a su "adolescencia". Contiene, pues, este volumen todos los requisitos para hacer de su lectura una aventura llena de hallazgos. Para ello, el lector habrá de sumergirse en la atmósfera y mundo de los poemas. En ellos sólo encontrará la otra realidad, esa que la poesía verdadera revela.