Image: Cuadernos de música

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Poesía

Cuadernos de música

Darío Jaramillo

29 mayo, 2008 02:00

Darío Jaramillo. Foto: Jaime Villanueva.

Pre-Textos, Madrid 2008. 53 páginas, 9 euros

En 1998, el excelente crítico José Ramón Oviedo podía todavía escribir que, frente a los poetas colombianos David Huerta (1949) o Juan Gustavo Cobo (1948), David Jaramillo (1947), nacido en Santa Rosa de Osos (Antioquia) era "mucho menos conocido". Pocos años después esta frase resulta del todo incierta. La dedicación a una obra ya extensa le ha convertido en una de las voces más reconocidas no sólo en su país, sino en México y en España. Como poeta, su primer logro fue Poemas de amor (1986), tema del que descubriremos aquí dos valiosas aportaciones.

Cuadernos de música se divide en cuatro partes: el primero y tercer cuaderno se dedica a "Piezas para piano", el segundo a "Piezas para violonchelo" y el cuarto lleva por título "Some present moments of the future" y consta de dos poemas eróticos. No resulta ninguna novedad la relación entre poesía y música o sus instrumentos. Desde la antigöedad el canto o la poesía ha estado vinculados a la música y no sólo desde la vertiente popular. El simbolismo hizo gala de la musicalidad del poema e incluso los primeros libros de Juan Ramón Jiménez venían introducidos por fragmentos de partituras musicales románticas. Ya en el siglo XVIII, el neoclásico Juan Bautista Arriaza había intentado plasmar la relación entre poesía y danza y el propio Darío Jaramillo ilustró con sus versos, como tantos otros, grabados, trasladando la contemplación al lenguaje. Sin embargo, los mecanismos de las artes resultan difícilmente intercambiables. En esta ocasión nos hallamos lejos de cualquier poesía de fórmulas narrativas. El autor ha depurado la lengua hasta una imaginería que se intenta justificar desde los primeros versos: "La quietud absoluta elimina el tiempo en esta música/ Oigo el piano sin que los minutos pasen./ Música sin tiempo..." que vendría a ser una contradicción en sí misma, puesto que el tiempo constituye la base de cualquier composición musical, en la que el sonido alterna con el silencio, gracias al devenir temporal. En contadas ocasiones recurre a un cierto coloquialismo no exento de ironía, que antes le había sido habitual. Como una de las excepciones, advertiremos un verso del poema X: "Y en un luego sin luego alucina como quien ve llover". A la búsqueda de la esencialidad, el amor se torna trascendente: "No aparece el amor y si lo digo/ es más la ternura que el deseo,/ es el amor a Dios, es el abrazo del hermano,/ la risa con la broma del cariño,/ la palabra sin filo,/ la rosa que renuncia a ser símbolo,/ que sólo quiere ser su ser de rosa" Que el poema surja de una inspiración fruto del piano cabe admitirlo, pero será otra convención más que admitiremos, porque el texto poético resulta excelente.

Los textos que nacen bajo la inspiración del violonchelo se califican de suites y en algún caso ofrecen curiosas sinestesias, herederas del simbolismo: "/.../ Danza ritual para asegurar la existencia de los colores./ El verde depende de un gesto./ Durante un salto, el rojo sobrevive./ Y todo es blanco y negro." Pero su poesía tiende a un velado misticismo: "Ronrroneo místico./ Esquivo rumor para conectar a los ángeles esquivos./ Ración felina de Dios, iniciación" (Suite # 3). En ocasiones, se intenta precisar el fenómeno instrumental: "/.../ Camino sobre el sonido de las cuerdas,/ él me lleva, me ayuda, me mece, me estremece,/ Tres notas, tres notas y el cielo." (Suite # 5). Los dos poemas amorosos que cierran el pequeño volumen quedan más cerca de su obra anterior, resultan más próximos y su erotismo se remansa también en la imaginería final: "Faltan dos horas para nuestra cita./ Mis manos están a doce horas de tu piel y ya tiemblan ansiosas./.../ Vendrá un ángel por ti/ y cae- rás hacia arriba", principio y fin de un poema cuyo tema es el tiempo de es-pera para la culminación del amor. La cuidada imaginería, la precisión del lenguaje, el esfuerzo por vencer las dificultades temáticas hacen de Cuadernos de música un libro que nos permite calibrar la positiva evolución de un poeta en plena madurez.

Darío Jaramillo ha sido responsable hasta hace unos meses, en que se jubiló, de la subgerencia cultural del Banco de la República, de Colombia. Tenía a su cargo el Museo del Oro, la Biblioteca Luis ángel Arango, la esplédida red de bibliotecas y museos que el Banco posee en veinte ciudades, las colecciones de filatelia y numismática y la colección de arte. Quizá por eso, a menudo ha explicado que "la poesía no es, no puede ser, una profesión. Es un estado de alerta, una especie de iniciación sobre el valor alucinatorio del lenguaje".