Florecimiento del daño
José Luis Martínez
29 mayo, 2008 02:00Reflexión sobre el conocimiento poético tanto como sobre la experiencia, Florecimiento del daño despliega una prolongada elegía en cuyo interior se afirma, contrastándose, el himno a la materia que da sentido y razón al fervor y a la queja existenciales entre los que se tensa esta poesía. A lo largo de las tres partes que organizan su nuevo libro Martínez matiza en claroscuro creciente la radical afirmación solar que se abre en "Incendios", al comienzo del libro, y que desde el principio instala con la precisión y la originalidad de sus metáforas la síntesis de instinto y voluntad y el convencimiento de una verdad que el poeta extiende a lo absoluto.
Como preparación decisiva para la lectura matizada de la serie amorosa que compone la afirmación esencial en el centro del libro, poemas como "Filas 7, 9 y 11" despojan de autoengaños la voz poética que expresa apasionadamente su voluntad de canto. La queja del protagonista poético por no ser más "el niño inagotable" abre la puerta plausiblemente a la elementalidad que logra el decir de esta poesía entre caída y elevación, entre un desfallecer de la alegría y una iluminación de la plenitud como fugaz victoria en la derrota irremediable que impone el calendario: "Y añades tu intemperie a la intemperie/ y pones a vivir/ a tu estar en tu ser,/ y tu hospitalidad la aireas".
Cuanto más en precario más tenaz, la afirmación alcanza en "Abluciones", al final del libro, su mejor exponente como difícil síntesis: elegía por amor a la vida, himno por voluntad de resistencia, los poemas últimos reafirman sin rencores a su protagonista como "esclavo" del cielo, de la carne, de la música, del cuerpo y de la realidad terrestre. Y en medio de la conciencia de naufragio se eleva una vez más, en "Resol", ese vuelo entusiasta de la voluntad en el que se abría Florecimiento del daño y que insta de nuevo: "Sumérgete en el día recrecido,/ no te protejas de esta luz/ que asoma por debajo de las puertas/ de la casa del sol".
Con razón Vicente Gallego se refiere a la de estos poemas como "una mirada que aúna ternura y lucidez, conocimiento e inocencia".