Image: Roto Madrid

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Poesía

Roto Madrid

Amalia Bautista

10 julio, 2008 02:00

Foto: José del Río

Fotografías: José del Río Mons. Renacimiento. Sevilla, 2008. 60 páginas, 17 euros.

Desde su mismo título es este Roto Madrid un libro de perfecta simbiosis entre poesía e imagen. Un diálogo en el que unas veces es la poeta y otras el fotógrafo quien toma la iniciativa, de manera que tanta realidad cobran en sus páginas los trozos de ciudad que la poeta habita con palabras como los recorridos interiores por la memoria, el sueño, las alternativas de la soledad y del deseo para las que el fotógrafo ha captado las luces y las sombras de instantes fugitivos. En ambos casos se trata de fragmentos incompletos en los que contemplarnos, un espejo discontinuo para reconocernos y extrañarnos a un tiempo, más verosímil por ello. Como dice Andrés Trapiello en su prólogo, "cuando Amalia nos habla de un Madrid roto nos está diciendo que pese a estar fracturado por mil sitios, la suma de todos estos pedazos sigue siendo Madrid, por lo mismo que el alma rota de un hombre sigue siendo alma y su dueño no por ello abandona su naturaleza humana".

En este diálogo de dos lenguajes diferentes Amalia Bautista y José del Río Mons han conseguido lo más difícil, encontrar un tono, acordar sus voces. Y el acorde lo han establecido en ese terreno inestable del sentimiento urbano contemporáneo en el que el personaje poético proyecta su desolación, su resistencia, su esperanza precaria y que las imágenes captan en su palpitación, en su fugacidad. Movimiento y desasosiego, desplazamientos, soledad urbana, anacronismos y espacios contrapuestos de la ciudad y de la conciencia. Desbordando el ritmo del endecasílabo dominante en los libros anteriores de la poeta, alejandrinos, eneasílabos, heptasílabos dotan de ritmo cambiante unos versos que son la plasmación de ese desasosiego, de ese ritmo cambiante de las calles. No falta entre sus sombras el destello epigramático, la sugerencia erótica ("Adivina adivinanza"), la parodia sarcástica de un chotis ("A todas nos hicieron un día la promesa/ de alfombrar con claveles la Gran Vía./ Miro a mis pies y sólo veo sombras"), pero es en un puñado de poemas en donde más hondo alcanza la escritura de Amalia Bautista, en ese terreno de sencillez narrativa tan genuinamente suyo que descubre el sentir y sus contradicciones, sus apuestas más locas ("El puente"), las protectoras sombras familiares ("He soñado la casa de mi infancia"), la sugerencia mágica de fábula ("La reina Mab"), la inabolible conciencia de la soledad ("Plaza de Arriba España"), la afirmación pequeña del instante ("Brindis", "Sfumato"), la confianza, en fin, que nos contagia un día la luz de primavera: "Yo espero la alegría y el milagro". Más cercana que nunca, más desnuda y más emocionante, escuchamos la palabra de Bautista que se dice en voz baja en medio de estas calles con tráfico y anuncios y pintadas y pasos y mucha soledad, certera siempre: "Había que encontrar el punto justo/ donde azar y destino son lo mismo,/ el exacto momento en que la puerta/ giratoria te ofrece una salida".