Image: Los manuscritos de un EMCEE muerto

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Poesía

Los manuscritos de un EMCEE muerto

Saul Williams

17 julio, 2008 02:00

Saul Williams

Visor. Madrid, 2008. 362 páginas, 16 euros

Poetas muertos que, de estar vivos, serían rappers: Wilmot. Byron. William Carlos Williams. Catulo. Cualquiera con dos dedos de frente.

Si la lírica (como su nombre indica) nació con la lira, Los manuscritos de un EMCEE muerto es el regreso a un futuro poético de hip hop introspectivo. Borges de la negritud, Saul Williams dice haber encontrado en el metro de Nueva York ciertos escritos dentro de un bote de spray para graffitis: el desciframiento de estos textos sagrados de la vieja fe no es sino una descodificación de la nueva cultura. Las ocho partes del poema ("Deidad NGR", "Amatistas", "Meditaciones prematuras", "OM", "1987", "Sha clack clack", "Lenguaje codifuntado", "Siete montañas") emulan la continuidad rota de la Biblia, además de su origen y destino trascendente: "Dios, concédeme alas. / Soy demasiado bueno para no volar. / Tengo los ojos cansados de ver a los humanos sin alas. / Así que remonto el vuelo. Y me hacen cosquillas / las plumas de las alas. Vuelo histéricamente / sobre la tierra. / Numéricamente hablando, / soy siete montañas más alto que el valle / de la muerte, siete dimensiones más profundo / que las dimensiones del aliento" ("Meditaciones prematuras", capítulo 1). El profeta Saul psicoanaliza el graffiti a partir de su padre, el jeroglífico egipcio, y estudia el ritmo que controla nuestros músculos y nuestras emociones en términos de ancestrales dioses despedazados: "La música de los ghettos, del cosmos, de los negros, / de los necros: los vencedores de la muerte, / los discípulos del aliento. Disección de redobles / igual que Set lo hizo con Osiris" ("Deidad NGR", capítulo 28). Es paradoja, pero al monje contemporáneo sí lo hace el hábito: "Unos Guess lavados al ácido con parches de piel, / luciendo las Diadora blancas con la sudadera con capucha / a juego. Con dos relojes de la marca Swatch / y una pequeña cartuchera de Gucci. Podría haberme puesto / la de Louis, pero la dejé en casa" ("1987", capítulo 1). De la tradición se evocan los motivos: "El cuerpo de Cristo de estos NGRs que intentan ser becerros de oro" ("Deidad NGR", capítulo 14). Y se imitan los símbolos: tres consonantes (NGR) que heredan el poder atávico del tetragrámaton (YHWH) para nombrar Lo Innombrable: la etnia como ciclón.

Williams redacta la Sagrada Escritura desde Génesis a Apocalipsis, toda ella apócrifa, toda verdadera. Sus negras Madonnas son Juanas de Arco contra la misoginia estatalizada, el lento genocidio de la especie humana minoría por minoría, el racismo institucional como enésima enmienda a la Constitución. La nueva genealogía extiende sus ramas hacia cultos antiguos y modernos: "Robenson, / el hijo de Dios, Hurston, Akhenatón, / Hatshepsut, Pies Negros, Helena, / Lennon, Kahlo, Kali, las Tres / Marías, Tara, Lilith, Lourdes, / Whitman, Baldwin, Ginsberg" ("Lenguaje codifuntado"). Etc. Es el inacabable name-dropping de quien lleva la cuenta. Todos estamos en El Libro. "Asesinado por vuestras teorías de muerte" ("1996"), el poeta resucita en música y verso. La suya es palabra de vida.