Image: Poemas de amor

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Poesía

Poemas de amor

Anne Sexton

5 junio, 2009 02:00

Anne Sexton. Foto: Archivo

Traducción de Ben Clark. Linteo. Orense, 2009. 168 páginas,15 euros

Los poetas (los buenos) son gentes de poco fiar. Nos venden poemas de amor, pero lo que compramos son versos como "Aún hoy nuestro perro está lleno / del espíritu de nuestro perro muerto / y cojea sobre tres patas, / alzando la pata del perro muerto". Los poetas (los mejores) nos incomodan, nos descentran. Hacen de nosotros no consumidores de literatura, sino lectores.

Anne Sexton (1928-1974) vivió sentada en el extremo opuesto a la especie humana. Esto le permitió extraer arte de su locura, escribir el poema "Amando al asesino" y repensar una idea de amor que, en 1969, pedía a gritos postmodernizarse. Sexton no es la donna angelicata del petrarquismo, ni el ángel del hogar de la América patrocinada por Kellogg’s en los 50. ésa es la cónyuge legal: "Ella está toda allí. / Fue derretida cuidadosamente para ti / y moldeada desde tu infancia, / moldeada desde tus cien edades preferidas. […] / Ella no es un experimento. Ella es toda armonía". Y ésta es Anne, la amante sobrenaturalmente lúcida.

Pocos mitos más misóginos que el amor. A no ser que hagamos de él un acto de autoafirmación: "El final de la aventura es siempre la muerte. / Ella es mi taller. Ojo resbaladizo, / fuera de la tribu de mí misma mi aliento / te encuentra ausente. Horrorizo / a aquellos que están cerca. Estoy saciada. / De noche, sola, desposo la cama". En "La balada de la masturbadora sola", la poeta cierra su cuerpo al mundo, niega que el amor sea cosa de dos y recuerda por qué los franceses llaman al orgasmo la petite mort. Y su voz suena a himno de victoria.

Es un reto encontrar en estos Poemas de amor un solo poema de amor. "Canción para un camisón rojo" es una oda al erotismo fetichista. "Una y otra vez, y otra vez de nuevo" posee una cualidad de pesadilla infantil digna de El Bosco. "En celebración de mi útero" es un monólogo interior que concluye con un yes tan revolucionario como el de Molly Bloom. Y si aceptamos que Sexton es una visionaria (y lo es, a la altura del mismísimo Blake), tal vez sea hora de asumir que, contra el testimonio de dos mil años de literatura, el amor es, en realidad, precisamente esto.