Image: Ante la pintura. Narraciones y poemas

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Poesía

Ante la pintura. Narraciones y poemas

Robert Walser

11 diciembre, 2009 01:00

Robert Walser

Trad. Rosa Pilar Blanco. Siruela. 132 pp., 18’90 e.


Escribir sobre Robert Walser (Biel, Suiza, 1879-Herisau, 1956) supone aludir siempre al personaje. Walser no fue el prototipo del escritor al uso. Ante la pintura –un libro formalmente variado, pero en la órbita de lo plenamente poemático– así lo prueba. Para justificar su personalidad, se ha hablado de su vida errabunda de juventud, de la pasión viajera de los escritores del ámbito germánico, de los que un siglo antes Hölderlin fue otro buen ejemplo (hasta en ese final del desequilibrio psíquico que los enmudeció a ambos). Algo de ello hay, pero encontramos en Walser un sustrato autobiográfico que es el que le da al conjunto de su obra un tono y una calidad especiales. Siruela ha editado una buena parte de sus libros, desde sus novelas y relatos a algunos testimonios autobiográficos, y los tres volúmenes de sus Microgramas, pieza de una creatividad única. Hay, como en todo gran creador, un escepticismo hacia el género literario como norma rígida y de ello es buena prueba Ante la pintura. El mundo de la poesía va unido también a la libre personalidad de Walser. Lo prueban no sólo relatos como “Vida de poeta”, sino sus libros de poemas. Por eso, ese carácter abierto que él tenía de la creación, se manifiesta muy bien en Ante la pintura. Primero, porque en este libro poesía y prosa se funden en un estrecho abrazo estético; luego, por esa compañía de las reproducciones de los cuadros, por los que Walser sentía predilección o hacia cuyo misterio se sintió inclinado.

No sólo no es fácil establecer un diálogo entre prosa y verso, sino entre texto literario y otras formas del arte –la pintura en este caso–, pero también con la música. El resultado final casi siempre suele ser dispar; pero no es éste el caso, quizá porque el contenido va dentro de un continente muy especial, que es el de la bella edición. Sigue así el lector la creación en libertad de Walser, sorteando los riesgos y evitando los tópicos; el primero de ellos, el de pensar que nos encontramos ante unos textos que “interpretan” las ilustraciones. Basta con abordar las primeras líneas del libro (“Apolo y Diana”, con la ilustración de Lucas Cranach) para darnos cuenta de que el texto literario va por unos caminos y la interpretación meramente pictórica por otro. Aquí el lector debe jugar un fecundo, y también libérrimo, papel interpretativo.

Estamos ante un libro de poemas; no sólo por la presencia de los versos en sus páginas sino también por esos otros textos que son verdaderos “poemas en prosa”. No en este primero, en el que lo narrativo brilla desde su arranque , sino en otros, como el dedicado a cuadros de Watteau o Fragonard; o el “boceto” para “El bosque” de Díaz de la Peña, o “El hayedo”, de Holder, en los que tema y sentido son ya plenamente poéticos. También en el clasicismo del soneto que dedica a la “Venus de Urbino”, de Tiziano. En ellos se acrecienta la simbología y la naturaleza irrumpe. Son las “presencias” que el joven errabundo conservaba en su pupila. Walser le proporciona a sus prosas la suficiente tensión poética, y a la vez le otorga a los poemas la frescura del narrador.

Es Ante la pintura no sólo una viva muestra de la obra de Walser, sino también del escritor que en él se dio, de su espíritu en libertad. A su vez, esta edición es “objeto de arte”, y rescata para el libro ese sentido grato de tenerlo entre las manos; sensación alejada tanto del burdo producto comercial como de la oferta de una creación vacía.