Image: El amor negro

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Poesía

El amor negro

VV.AA

2 julio, 2010 02:00

Agrippa D'Aubigné

Ed. de Jorge Gimeno. Pre-Textos. Valencia, 2010. 614 páginas, 35 euros


Pocas veces los proyectos antológicos logran salir de lo monocorde y ofrecer lo verdaderamente nuevo al lector de poesía no especializado. Éste es uno de esos casos en los que la novedad está asegurada. Primero, por la selección de una etapa de la poesía francesa -de 1570 a 1660, la del pleno barroco-, muy poco conocida. En segundo lugar, este libro es sugestivo por la riqueza y la variedad de tonalidades expresivas y temáticas. Estamos ante una etapa de una gran libertad creadora que se manifiesta no por medio de características comunes sino con diferencias que dan al conjunto una llamativa amenidad.

El amor negro es una obra concebida para el placer de leer y de descubrir. Así parece haberlo visto el autor de la edición, Jorge Gimeno, que ha superado esa "aventura" perenne que es el traducir, después de llegar de otras experiencias, con versiones de Rilke y Stevens, Eça de Queiroz y Pessoa, pero también de otras en la órbita francesa, como las de Toulet o Denon. Ese simple placer de leer lo subraya muy bien en su escueto y sabio prólogo, suficiente para ofrecer las claves de esta etapa poética, en la que ha debido de suponer una dura prueba la selección de autores y textos; evitando, en aras de la amenidad, esas extensas muestras poemáticas, cargadas a veces de un seco didactismo y con las que los bellos alejandrinos suelen perder frescura.

Pero ya digo que es la variedad y la amenidad las que sobre todo predominan en esta amplia muestra antológica que el traductor reconoce, ante todo, como un "sincretismo" que busca la universalidad y la libertad. En este sentido, es peculiar la influencia que recibió de algunos de nuestros poetas del Siglo de Oro el singular poeta burlesco Paul Scarron (1610-1660). Rojas Zorrilla, Lope o Quevedo resuenan en los fluidos y enumerativos sonetos de Scarron. Pero Scarron fue mucho más que un mero imitador. La vivacidad de sus textos es muy suya y a su propia vida, -abocada a la desdicha por causas físicas-, él le supo dar la vuelta con desbordado y voluntarioso humor. Su epitafio lo demostró: "No os haré llorar tanto como os he hecho reír".

La variedad temática y expresiva de esta antología es una sucesión de espejos que brillan con luces e imágenes propias. Ya desde el esteticismo lleno de resonancias clásicas de Pontus de Tyard al mensaje ético y desgarrado (aquí su terrible soneto "Una madre a su aborto") de Dehénault, de la presencia de un paisajismo delicado y culto, revelado en símbolos (los Alpes y riberas, bosques y valles) al certero erotismo subido de tono de Papillon ("Entregado a tu cielo en un Dios me convierto", "Yo deseo hornar en tu bonito horno", o al más contenido de Aubigné. Otras veces, la brevedad y la ligereza de los poemas hacen descender el tono, pero no la hondura de los textos; así, en algunos de los poetas que cierran la recopilación, como Brébeuf, Fieubet o Montreuil. Pero no nos engañemos con esta disparidad de Poéticas. En esta etapa hay también, como característica primordial, un formalismo, una medida de los versos (con la presencia de alejandrinos y endecasílabos), muy francesa, que se prolongará en los grandes poetas del XIX y XX (Baudelaire, Mallarmé, Valèry). Forma y fondo, destreza y libertad, van entramando sabrosamente las páginas de este libro que constituirá para el lector un hermoso descubrimiento. En fin, nocturnidad y amor se cruzan en el título de la recopilación. Gimeno parece apartarse un tanto de ambas interpretaciones, buscando en el título una significación dual: lo que nace y lo que muere, amor y desamor, vida y muerte. Dualidad, por otra parte, tan propia de los excesos barrocos.