Poesía

Yo quisiera llover

Fernando Aramburu

12 noviembre, 2010 01:00

Edición de Díaz de Guereñu. Demipage. Madrid, 2010. 138 páginas, 14 euros


Pocos poemas ha publicado Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) desde su dedicación a la narrativa, y seguramente no pocos de sus lectores desconocen la obra poética publicada con anterioridad a su novela Fuegos con limón (1996). Ya en 1993, Aramburu había reunido siete libros de poemas -cinco de ellos inéditos- con el título común de Bruma y conciencia, publicado por la Universidad del País Vasco. Se añadían a dichos libros unas prosas tituladas El artista y su cadáver, compuestas, según el autor, "con la firme determinación de despoetizarme", como menciona Díaz de Guereñu en un prólogo en el que sitúa los comienzos del escritor en el ambiente de un descontento y de unas ganas de agitar las aguas de la poesía que dieron lugar en 1978 al grupo CLOC de Arte y Desarte. Yo quisiera llover presenta una antología de 74 poemas seleccionados por Díaz de Guereñu de entre los libros publicados hasta 1993 -salvo El librillo, dedicado a un público infantil- más seis aparecidos en revistas desde entonces y dos inéditos. Se trata de una muestra que documenta la exigencia y la calidad poéticas de un autor para quien "en un poema que se entiende a la primera cabe poca poesía" y que afirma que ahora sólo escribe "los poemas que no puede dejar de escribir".

Tanto los poemas del primer libro, Ave sombra, como los de Materiales de derrubio o Sinfonía corporal, evidencian la afición por las asociaciones sorprendentes y la libertad expre- siva, en la estela de un vanguardismo con ecos de Aleixandre, César Vallejo o de la imaginería surrealista. Escritos entre los 17 y los 24 años estos textos responden a unos estímulos estéticos en los que es determinante el cuidado expresivo y rítmico y en cuya retórica no escasean bellos hallazgos metafóricos y, más allá del creciente retorcimiento sintáctico, momentos de emoción compartible como en "Mujer amarrada por el agua" o "Que quede azúcar en tus labios finos". El mar, símbolo temporal en toda su poesía, protagoniza unos desarrollos y unos tonos muy distintos a los de su narrativa, y aporta la materia elemental que protagoniza las reflexiones sobre la poesía como testimonio de un existir efímero, la experiencia amorosa, las evocaciones familiares, los recuentos íntimos y la conciencia de la historia contemporánea.

Mateo, al compás de la Pasión según san Mateo de Bach, dirige los motivos temáticos anteriores hacia la consideración crítica del aparato ideológico religioso. Destacan el ritmo de los versos y una densa imaginería que añaden una luz dramática y una amarga consideración del existir en medio de una desolada realidad entrañada: "porque el único fruto que da el hombre/ es su muerte, y después su muerte toda". Diferentes son los poemas de El tiempo en su arcángel, breves diálogos amorosos que abren un espacio aparte al sentimiento, más concreto, más inmediato y luminoso, como en el poema a la amada dormida que recuerda otros similares de Valéry o Gerardo Diego. Bocas del litoral, en fin, ofrece excelentes poemas más circunstanciados y aligerados de aparato metafórico, dedicados a la hija, a un amigo, a personajes anónimos o escenarios que propician la introspección, como en "Poema muerto" o en "escripción de un saxo": "Yo quisiera llover, llover/ interminablemente, sentir que me deshago en una/ larga melena de gotas finas y festivas.// Mi sueño es un caer, es un caer/ que moja en la desamparada tarde/ los muros/ cenicientos, las lápidas, los rostros". Entre los inéditos, destacan el religioso "Perla candente", de carácter confesional e intimista, y los homenajes de "Humo furtivo" e "Hijo del Cantábrico". Esta antología poética nos permite conocer un perfil muy distinto del Aramburu narrador, y esperamos que siga "necesitando"escribir muchos poemas más.