Cuando todo es ya póstumo
Ángel García López
30 junio, 2017 02:00Ángel García López
"Entre el núcleo central de los autores del medio siglo (…) y la irrupción de los sesentayochistas, hay una zona ocupada por poetas en quienes se confunden, penetrándose recíprocamente, rasgos de unos y otros: por un lado, moralidad, conocimiento, revelación, elegía; por otro, desbordamiento imaginativo, esteticismo, relativa autonomía lingüística. Situado entre ambos polos de atracción, pero también conectado por voluntad estética a diversas corrientes de preguerra y primera posguerra, se encuentra Ángel García López, nacido en Rota, en 1935".Estas palabras de Ángel L. Prieto de Paula ubican a este autor, que, contra lo que suele suceder, decide cerrar por voluntad propia con Cuando todo es ya póstumo su largo proceso creativo, jalonado con premios como el Adonais por A flor de piel (1969); el Ciudad de Melilla por Territorios del puma (1991), el Nacional por Elegía en Astaroth (1973) y el de la Crítica, por Mester andalusí (1973), entre otros.
Tres volúmenes reúnen su Obra poética (2009), aunque, con éste, sean seis los libros que ha publicado desde entonces. De su presunta facilidad para escribir, mezcla singular de inspiración y oficio, es buena muestra este libro torrencial, en lo que atañe a los sentimientos y a las emociones, así como al lenguaje; en lo sustancial, exuberante y barroco, compuesto en versículos, de suntuoso vocabulario y ritmo enfático, consecuencia directa de un uso particular de la métrica y la sintaxis. Un canto fragmentado en otros catorce donde Emilia, su mujer, dedicataria in memoriam de la obra, regresa tras su muerte en forma de elegía.
La memoria ("el cortejo febril de la memoria") es un elemento clave, claro está, en el libro. Recuerdos que recuperan tiempos pasados en un paisaje concreto, el de su Cádiz natal; una geografía particular poblada de lugares simbólicos descritos minuciosamente: Masnive, Salvatecas, Maifora... "Recorro lo que transitaba con ella", leemos. Lugares habitados por flores, árboles y pájaros que el observador conoce al detalle. Nombres que aportan opulencia, ya se dijo, al lenguaje. Y exactitud, en tanto que trazo de estilo.
La amada, cuerpo y alma, lo centra todo aquí: "desde ti gravitaba", escribe. Celebración y dolor, completud y vacío, acompañamiento y soledad, diálogo y monólogo, palabra y silencio se alternan en este relato de la desolación que, siquiera a ratos, también lo es del entusiasmo. "Escindida hoy del mundo,/ tu muerte a mi palabra ha dejado sin nido. Tú eras ella, voz única. / La que ahora, conclusa, sepultada en lo mudo, es ceniza contigo". Así concluye este lamento, digno punto final para una obra llamada a perdurar.