Louise Glück. Foto: Lannan Foundation

Louise Glück. Foto: Lannan Foundation

Poesía

'Una vida de pueblo', de Louise Glück: un retrato crudo y auténtico de la naturaleza

En este poemario, la Premio Nobel ofrece una mirada sincera y no idealizada de la vida cotidiana en un pueblo mediterráneo.

8 junio, 2024 02:08

En 2020 la Academia sueca concedía el Premio Nobel de Literatura a la poeta estadounidense Louise Glück (Nueva York, 1943-Cambridge, 2023), un premio que se unía a otras distinciones de primer orden y todas merecidas. El lector español conoce bien la calidad de esta poesía, pues son bastantes los libros de Glück traducidos en los últimos años.

Una vida de pueblo

Louise Glück

Traducción de Andrés Catalán. Visor, 2024. 216 páginas. 16€

Una vida de pueblo habla de la vida en un pueblo del Mediterráneo, probablemente en Italia: las gentes, desde la niñez a la vejez, su cotidianidad, sus aspiraciones y todo en un lenguaje muy cercano al habla común, lo que da un aire de verdad, de testimonio, a lo que se dice. Se habla, pues, de la gente de un pueblo, pero la lectura muestra que no hay nada de particularismo, sino que es un microcosmos que retrata a la humanidad toda.

Es muy relevante en este libro que además de los poemas en el que yo es una tercera persona, testigo de lo que cuenta, en otros quien habla es alguno de los personajes, y entre ellos los hay en los que quien toma la palabra es no humano. Así, en “Lombriz” es un anélido quien se dirige a los humanos y se jacta de su superioridad: “A nosotras nos pueden partir en dos, / pero tú estás mutilado en esencia”, y no menos en “Murciélagos”, donde este mamífero volador hace saber que “La noche ha engendrado en nosotros / un pensamiento más nítido que el vuestro”.

Que sea así está diciendo, por una parte, que este libro es el discurso de un coro de voces, la polifonía que teorizó Mijaíl Bajtín –bien que pensaba que era propio de la novela–; no, pues, palabras de una voz, sino de muchas; y, por otra, cómo lo humano no ocuparía el ápice del mundo animal, sino que sería uno más de sus miembros.

El pueblo de este libro, y el mundo en general, no es la Arcadia de las literaturas clásicas y sus secuelas

En este pueblo, como en el mundo, los sueños no se cumplen –los jóvenes ansían salir del lugar y prosperar en la ciudad, pero “Cuando regresan, están peor. / Piensan que han fracasado”–, se vive pensando que no tienes lo que deseas –“siempre echarás de menos algo que dejaste aquí”– y en el horizonte ineludible esperan la enfermedad –“la médica me dijo que me estaba muriendo […] Te vas solo a la cama. Quizás duermas, quizá nunca despiertes”–, la vejez y la muerte –“La muerte y la incertidumbre que me aguardan / como aguardan a todos los hombres” comienza diciendo la mujer que habla en el poema final, de título idéntico al del libro.

El pueblo de este libro, y el mundo en general, no es la Arcadia de las literaturas clásicas y sus secuelas. Aquí no hay idealización de la vida campestre, ni los habitantes parece que estén felices con sus trabajos, no hay huella de los pastores que dialogan en las églogas, por el contrario, un lugareño “trabaja como un animal, luego / como una máquina, sin emoción […] Nada queda del amor, / tan solo distanciamiento y odio”. “Pastoral”, título de uno de los poemas, no puede entenderse más que como irónico, y lo certifica que se lee en él: “Nadie acaba de entender / la violencia de este lugar / que mata sin ningún motivo a la gente”.

A tanta insatisfacción le queda la naturaleza. El campo, las estrellas, las flores, etc. ocupan en estos poemas un lugar muy significativo, y no menos el cuerpo. La escena de la quema de rastrojos y hojas secas, repetida en varios poemas, está diciendo la muerte de la vegetación y a través de esta la muerte propia, cómo el ciclo no vuelve al lugar inicial. Una visión de la vida, lectura imprescindible.