Arde el Alcázar de Toledo y no faltan ignorantes para atizar un viejo incendio en las redes: “Vox entra en crisis, se quema el Alcázar de Toledo… qué mal día para la extrema derecha”, decía un mensaje de la periodista Paula Corroto en El Confidencial. Juan Carlos Girauta, otro periodista toledano de corazón y adopción, remató el tizonazo con un ambiguo “Celebrando incendios” que uno no sabe por dónde agarrar. En fin, no hay manera de quitarle al viejo edificio lo que para algunos es un pecado imperdonable como el dios del progresismo manda. Más de dos mil años de historia de España, religiones, culturas, reyes, dinastías… reducidos sin remedio a la torpe identificación con la extrema derecha.
Una de las cosas más positivas que quedan en la región del legado político de la presidencia de José Bono fue el intento, que uno creía exitoso, de haber rescatado El Alcázar de Toledo para todos los ciudadanos convirtiéndolo en la sede de la Biblioteca Regional, que alberga, entre otras, la extraordinaria colección del Cardenal Lorenzana. Pero no, por lo que se ve hay todavía demasiada gente que asocia la simple mención de su nombre a la extrema derecha, a un bando de la Guerra Civil y, en definitiva, a una parte insignificante de su historia desde un punto de vista meramente cronológico en comparación con todo lo que arrastra acumulado durante siglos, pese a quien pese.
Uno creía que la operación impulsada por Bono para hacer realidad en El Alcázar toledano el cervantino discurso de las armas y las letras conseguiría acabar con la apropiación interesada de una parte de la historia y la memoria de un edificio histórico que pertenece a todos. El Alcázar es una historia de siglos que se expresan en un magnífico Museo del Ejército y una extraordinaria y moderna Biblioteca Regional y no puede ser utilizado con fines partidistas, ni asociado a ninguna ideología. La historia del asedio del Alcázar y del Coronel Moscardó es de todos y nadie tiene derecho a apropiársela ni a identificarla con nadie, ni mucho menos con ninguna ideología. Tan de todos es Alfonso X, como Carlos I, como Moscardó.
Pero lo curioso de este caso es que yo no he oído a nadie de Vox reivindicar El Alcázar como símbolo, nadie ha resucitado la cabecera del diario ultra de la Transición, ni oía, afortunadamente desde hacía mucho tiempo a alguien expresarse con la irresponsabilidad y la ignorancia enciclopédica que lo ha hecho esta periodista. En fin, uno quiere pensar bien, porque ya se sabe que una mala metáfora en un mal día la tiene cualquiera.