Confieso que no soy ni mucho menos un seguidor del programa de Ramón García y Gloria Santoro, aunque defiendo el derecho de cada cual para hacer el ridículo dónde, cuándo y como quiera. Además, como decía mi madre, si no hay alguien dispuesto a prestarse a la broma, no hay manera de levantar la fiesta ni de hacer la comedia. La gente de cualquier edad se pirra por salir en la tele y no tiene ningún empacho en abrirse en canal para ello. El sentido del pudor es una antigualla desfasada y casposa que suena en estos tiempos a algo más cercano a la Inglaterra hipócrita victoriana que a una virtud nacida de la buena educación y la cortesía social.
Pero uno cree que también hay mucha gente que ante el espectáculo que brinda Ramón cada tarde a la hora de la siesta, a costa y con la complicidad de los invitados, siente eso que antes se llamaba vergüenza ajena. Pero lo de verdad divertido es que Ramón García pretenda vender el programa como un servicio social para remediar la soledad de los mayores.
Ramón García es un profesional de éxito que sabe lo que hace cuando tira de la cuerda del invitado de turno y el invitado se presta a “hacer la comedia” para que la gente se ría y pase un buen rato. Todos tenemos esa parte exhibicionista y gamberra que compensa a la del pudor diario, y de vez en cuando sale a flote. ¿Quién no ha hecho reír a los demás, alguna vez, a costa del propio ridículo? Otra cosa es sentir que alguien estira el cuento y exprime al espontáneo.
"En compañía" es un programa ubicado en el mismo género que la "Isla de las tentaciones" o "Primeras Citas", por nombrar dos de los cientos de programas dedicados a explotar esa tendencia tan arraigada en los humanos de sentirnos atraídos por la intimidad de los demás y exhibir en muchos casos la propia. El morbo que se añade a las relaciones de pareja hace el resto. La Celestina y el oficio de casamentero no son algo de hoy. Ninguna pega que poner a quien se presta a la comedia. Mi máximo respeto.
Ahora bien, de ahí a pretender vender que "En Compañía" es un servicio público y social que hace una labor inmensa, remediando las soledades de los mayores de la región, va un mundo.
Pero sobre todo, meterte en casa de alguien a través del teléfono, ya sea para regalar un jamón o para venderle una línea telefónica y además no admitir que esa persona te pueda contestar “que no está para tonterías”, es algo que delata el poco respeto que se tiene a quién "En compañía" no le hace, como a uno, ninguna gracia.
Por mucho menos Fernando Fernán Gómez ya saben dónde mandó al pesado del autógrafo. Bien mandado estás Ramón con tu jamón.