Como si la Historia fuera el guion de una serie de entretenimiento de vez en cuando se introducen giros imprevistos en el desarrollo de los acontecimientos. El objetivo es tenernos enganchados. El giro más apasionante, que puede cambiar la historia, es la propuesta de Kamala Harris como candidata a la Casa Blanca. Con su nominación la sensación, al menos desde la distancia, es que el mundo de Biden y Trump ha caducado. Las descalificaciones gruesas de Trump hacia la candidata, sus risas sin gracia por el color de la piel, las profecías apocalípticas del infierno en la tierra, todo suena obsoleto, a un tiempo desaparecido. Tanto que uno de los lemas de la campaña de la candidata es "Alegría". No tan trascedente, pero de importancia no menor, en España está sucediendo algo parecido con la llegada al Gobierno de la Generalitat de Salvador Illa. Un hombre centrado que puede acabar con unos años convulsos en Cataluña y, por consiguiente, en España. Tal vez el fin de una época y el comienzo, impredecible por lo demás, de otra.

Por ese giro de guion, todo cuanto se ha dicho y se dice, parece más antiguo: el independentismo de Puigdemont, los discursos abrasivos del PP, las soflamas de Vox, los comentarios de los descolocados. El giro de Illa les obligará a recomponerse. Y no digamos los jueces, implicados en una vorágine en la que nunca debieron entrar. Obligados a resolver por vía judicial lo que pertenencia al territorio de la política, tras varios ridículos en Europa y una legislación nueva, ya solo quedan recursos sin sentido, tácticas políticas con apariencias judiciales. Hubo un tiempo en el que cuando se invocaban soluciones políticas para resolver los conflictos de Cataluña, algunos se interrogaban con desdén cuáles eran esas soluciones. La presidencia de Illa en la Generalitat demuestra que, desde planteamientos democráticos, es posible resolver con la política lo que se embarró con la política. ¿Dónde quedan ahora Rajoy o Soraya Sáenz de Santamaría? ¿Dónde queda Puigdemont? ¿Dónde quienes cuestionaron, aun sin conocer el texto, lo que sería ley de amnistía? Unos y otros deberían ser humildes y adjurar de sus errores. Y no. No se trata de pedir perdón, que esto no va de moral, sino de responsabilidades políticas. Los adversarios de Sánchez han intentado por todos los medios que descarrilara el proyecto. Los adversarios ideológicos han buscado obstruir cuantos planteamientos pudieran orientarse hacia un escenario que ahora tenemos. Por eso la presidencia de Illa va más allá de Illa. Ha ido, por creer en un proyecto y no desviarse, a pesar de los muchos obstáculos internos y externos, hasta conseguir el objetivo final. Ha ido de llegar al final de unos años de inestabilidad que paralizaba a uno de los territorios más vibrantes de España.

Cuanto suceda a partir de este cambio será otra historia. El capítulo siguiente de unas relaciones políticas y territoriales en permanente fluidez. El capítulo se puede escribir con textos diferentes, con sintaxis y prosas diversas, con discursos ilusionantes o desmoralizadores, según la bilis de los agoreros o la sabiduría de las políticas cotidianas. Se puede escribir con acciones que permitan superar esa sensación de empantanamiento en el estábamos sumergidos desde los últimos años en Cataluña y en España. Un reto nuevo superado. Un alivio. Algo semejante a lo que experimentamos cuando supimos que el final de las armas había llegado al País Vasco y al resto de los territorios. ¡Uff!, ¡Uff! Se cierra otra etapa de la democracia que empezó con una transición no exenta de riesgos. Lo que supone Illa va más allá de Illa. Va de política. Y a la política vuelve lo que es de la política.