Carmen Mola ha ganado el Premio Planeta con la novela La Bestia y la editorial ha conseguido de su cita literaria más importante una catarsis en toda regla. El hecho de que se haya descubierto la identidad de quien nadie mejor que ella ha desarrollado la novela negra estos tres últimos años ha provocado sonoras críticas en el panorama de las letras, sin ir más lejos en este mismo periódico. La histeria con el que un feminismo ramplón ha reaccionado a la noticia de que detrás del seudónimo se escondían tres hombres habla del nivel al que hemos descendido en nuestra sociedad. No importa tanto la novela, si la historia es buena, mala o atrapa al lector que quien la firma. Bonitos argumentos para defender la igualdad.
Es cierto que a lo largo de la Historia muchas mujeres tuvieron que firmar como hombres para publicar. También hubo casos contrarios, aunque muchos menos y no acuciados por la discriminación. Siempre me acuerdo de Pablo Sebastián, el periodista, cuando le dio por publicar sus columnas con el seudónimo de Aurora Pavón. Corcuera, ministro entonces, terminó por llamarlo maricón, otra forma de discriminación que hoy no tendría medio pase. Pero satanizar a Carmen Mola y lo obtenido con su trilogía de La novia gitana, La Red púrpura y La Nena por el simple hecho de que son tres hombres habla de la esquizofrenia en la que nos hemos instalado.
Si al menos las críticas vinieran de quienes han conseguido vender tanto como ella o escribir algo parecido, habría que poner cuidado y atención. Pero lo que jode es el éxito y lo que humilla, la frustración frente al espejo. En una profesión –o dos para ser exactos, el periodismo y la escritura- donde no hay más vanidosos por metro cuadrado que en ninguna otra. Esto lo descubrí tarde y aún hoy aluciflipo. No hay nada peor que el éxito ajeno en el parnasillo del talento, provoca úlceras. Al que triunfa se le considera amenaza segura y se le hace el vacío, no vaya a ser que ocupe mi puesto. Yo prefiero aprender de él, tenerlo en mi equipo y si no puede ser, no perderle el ojo para estimular el talento.
La editorial donde publicaba Carmen Mola ha reaccionado fichando a Posteguillo para su causa. No hay como la libre competencia para prender las luces y ocultar las sombras. La literatura femenina está de moda y hay escritoras valiosísimas que también han sido superventas. No entiendo entonces el porqué de las críticas, cuando hay espacio para todos. Los tres autores ya han explicado que escogieron el seudónimo de Carmen Mola casi por azar y que lo tomaron desde el principio como un juego. Yo también pensaba que era un hombre por el estilo y la crudeza de las imágenes, al igual que Rosa Montero. Lo que no suponía, claro, es que fueran tres, uno y trino, santísima trinidad del thriller.
La trilogía que alumbraron en tres años es de lo más trepidante que he leído en los últimos tiempos. Me llamaba la atención su estilo directo, duro y lineal. Sujeto, verbo y predicado. En algo me recordaba a Baroja por la rapidez y ausencia de adjetivo. Ahora sabemos que son guionistas de cine y encontramos la verdadera explicación al ritmo vertiginoso y a la sucesión de escenas impactantes. Los tres libros los leí en apenas un día cada uno. No sabía quién era Carmen Mola, pero solo deseaba que siguiera escribiendo y no se acabara su lectura. Ahora resulta que es más importante el DNI que la obra. Nunca pensé que el feminismo derivara en aristocracia.