Pedro Sánchez ha bajado del Sinaí después de que Scholz le diera las tablas de la ley socialdemócratas. El primer mandamiento habla de “no invadirás” y el presidente lo ha entendido de inmediato. Es verdad que se ha encontrado como Moisés al pueblo de Podemos adorando el becerro de oro que llegaba de Moscú, Irán y Venezuela. Pero también ha comprendido nuestro chico listo que está ante la oportunidad de toda la legislatura. Sánchez se hace centrista, baja del monte y pone en evidencia a sus socios. Quién nos iba a decir que la conveniencia de Míster Fraude por una vez coincidiría con la de España.
La vida tiene estos sinsabores y derroteros que nunca imaginas. El día que pienses que lo sabes todo, estás muerto, aniquilado, sepultado. Si llegare aquel día, ni las primaveras tendrían sentido y los dictadores aplastarían las margaritas. Putin ha valido para recuperar lo que la memoria dejó caer en el olvido durante años, que la democracia se defiende andando y su mayor pegamento es la tiranía. Vladimiro ha conseguido en dos semanas unir de nuevo a la vieja Europa en el enjambre de libertad que conquistó después de la Segunda Guerra Mundial. Y ha recordado – que es volver a pasar por el corazón (cor, cordis)- que la libertad es el destino final del hombre y las sociedades, y que tal premisa no es cosa de régimen totalitario alguno.
La invasión de Putin ha supuesto caos, horror y amenaza. Pero ha liberado los lirios claros de la solidaridad entre ciudadanos europeos. No importa del país que seas o donde habites. Ucrania se ha ganado el respeto de todos y sus habitantes, el mayor éxodo tras la Segunda Guerra Mundial, merecen el refugio que se les va a dar. Estremecen iniciativas como las del matrimonio de Ciudad Real, que cogió el coche y se fue hasta la frontera de Polonia para recoger a las niñas que venían todos los veranos a casa. Esa es la diferencia de los siglos y centurias de Historia. Lo que Occidente ha sido capaz de armar y articular en sus discursos y lo que otras partes del mundo, no.
Por eso, no hay que despreciar las oportunidades que se presentan aunque vengan en forma de tragedia. Me cuentan que ya hay cierto sector del Psoe que vería con buenos ojos un acercamiento progresivo al PP de Feijóo para hacer pactos, que podrían comenzar por la propia política exterior. Sería el primer gran servicio que haría el gallego en su queimada improvisada. Queda la duda de si a Feijóo le valdrá con mantener a Vox en la distancia o le pedirán la victoria desde el principio. Abascal y la cabra tampoco salen bien parados con el entuerto ruso, porque aunque han sido explícitos en la condena, las reservas de sus socios europeos y el alanceo de las instituciones comunitarias en plena tormenta, no beneficia si no a Putin. El momento de la agresión es prietas las filas y no ratos de charleta para atizar a Europa. Otro que queda con las vergüenzas al aire. Vox es una autarquía sin plan de estabilización siquiera.
Indepes, bilduetarras y toda la chusma irán cayendo por su propio peso ante los tanques rusos. La hora de la verdad se acerca y ya podrían mirar a Portugal para ver lo que les ocurrió a sus homólogos. Las políticas de máximos conducen a mínimos y hay que llegar a fin de mes. Por no hablar del discurso seráfico de Rufián y los ojos azules, ellos que han pintado de negro el Mediterráneo con sus fronteras. Sánchez se baja del caballo, se cae como Pablo, porque le conviene. El botafumeiro de Feijóo viene a restaurar el bipartidismo y Pedro lo agradece. No morirá crucificado bocabajo, como quería Ayuso. Lo que no sabemos todavía es quién se quedará con la Catedral y el Pórtico de la Gloria.