“Cuenca lee” o “Cuenca, lee”
El jueves por la tarde, una hora antes de la inauguración de la feria del libro, estuve merodeando por las casetas mientras los libreros se afanaban en desempolvar estanterías y colocar ejemplares. Qué mérito tienen, por cierto, de mostrar su oferta en tan poco espacio, casi jugándose el pan a apuestas cerradas y repitiendo “aquí no lo tengo expuesto pero te lo puedo traer”. Eso sí, no faltaban Ana Iris, ni Muñoz Molina, ni Carmen Mola.
Mientras paseaba, dos libreros me confundieron con el protagonista de la tarde, Javier Sierra, el pregonero a la sazón. Sierra me saca doce años, maldita sea. Sospecho que envejece más la política que la escritura. Me repitieron que si no era él podría ser su hermano, pero no especificaron si el hermano mayor o menor. Cuando llegó el escritor turolense entendí su duda, daban más ganas de preguntarle que si se pasaba folios por el cutis que de pedirle la firma de un ejemplar.
Javier Sierra es de los pocos escritores cuyo nombre aparece en las portadas de sus novelas a mayor escala que el propio título de las obras. En su breve pero certero pregón, con una impecable pronunciación y un ánimo humilde que rememoraba el de su paisana Irene Vallejo, animó a los lectores a ser “apóstoles de los libros” para enmendar la estadística: un tercio de los españoles ni lee ni tiene intención de hacerlo. Recordé a Francisco Umbral, que decía que el libro abriga. Y, aunque solo sea por eso, merece la pena.
Confieso que nunca me he cobijado del frío en una novela de Javier Sierra, aunque me llama la atención el libro esotérico que escribió al alimón con Jesús Callejo de título “La España extraña” y que recopila misterios agarrados a la memoria colectiva de rincones del país. Hemos de reconocer que la “España vacía” (trademark by Sergio del Molino) quizá cojee en población pero no en inspiración lírica. Han pasado décadas desde aquellas primeras labranzas de Julio Llamazares en “La lluvia amarilla”, Miguel Delibes en “El disputado voto del señor Cayo” o Ramón J. Sender en “Réquiem por un campesino español” pero el espíritu, en esencia, sigue vivo. Sigue vivo y respira más fresco, así que aprovechamos a recomendar “Los asquerosos” de Santiago Lorenzo, “Un hipster en la España vacía” de Daniel Gascón, “Feria” de Ana Iris Simón y, sobre todo, “Un amor” de Sara Mesa, que da ese paso más allá de la broma y la seriedad, de la ironía y el sarcasmo, de la idealización y la superioridad moral, una novela que destripa lo rural sin clemencia ni beatus illes.
El barómetro de hábitos de lectura señala que dos tercios de la población se declara lectora y que el número medio de libros leídos al año se queda en 11. No lo sé, Rick. Hace un mes estuve paseando por Bolonia y me apostaría el mejor caballo de mi cuadra a que hay más librerías en la ciudad italiana que en toda Castilla-La Mancha. En consecuencia, o las librerías se están haciendo millonarias o los encuestados valoran como hábito lector lo del chat del wasap y los comentarios del instagram. Si la gente de Planeta ha dado un premio de un millón de euros quizá sea la primera hipótesis. O ambas.
Merece un reconocimiento la labor de Marta Segarra y compañía por ser capaces de organizar esta feria conquense del libro en tan poco tiempo y coordinar un programa tan atractivo como ecléctico. No obstante, hay un par de detalles que llaman la atención: la ausencia de la escritora pedernoseña Ana Fernández Escribano, flamante finalista del Premio Planeta 2021, y que ningún encuentro itinerante por la provincia recaiga "casualmente" en algún municipio de gobierno popular.
Para finalizar, he de reconocer que me despista el lema anual, porque donde pone “Cuenca lee” solo soy capaz de interpretar “Cuenca, lee”. Y quizá sea mejor apelar al imperativo que al complaciente indicativo, sobre todo porque no estamos, en general, para muchas presunciones.
Cayetano J. Solana
Este artículo ha sido pubicado originalmente en La Opinión de Cuenca