Juventud divino tesoro, público
Quiero pensar que los que saben de esto de elecciones, electorado, indecisos, decididos, llaves y llaveros, han dilucidado que la clave para ganar unas elecciones pasa por el voto joven, o al menos para los menores de treinta y cinco años, y como si no hubiera un mañana, alguien ha hecho suyo el ¡a por ellos! de Loquillo, y como ya nos queda poco, para las elecciones, y ante la falta de políticas de calado o estructurales, la única ocurrencia cuando no hay ocurrencias, es la de siempre, la del tesoro, pero no la que conlleva la juventud, la de usar el tesoro público para que vote la juventud, es decir, que cuando oigan que hacienda somos todos, a la hora de pagar impuestos, y que con sus impuestos se paga la sanidad pública, escuela pública, sanitarios, docentes, juzgados, jueces, fiscales, pensiones y pensionistas, y un largo etcétera, recuerden que también esos impuestos van para viajes Interrail, bono cultural, alquileres joven, adquisición de vivienda joven y lo que quede por llegar.
Y no es que me parezca en mal en sí, pero si fuéramos suecos, por Suecia, no porque ante la falta de empleo juvenil, expectativas de futuro o salarios dignos o acordes, algunos con un cheque regalo se hagan los susodichos.
Siempre suelo hacer referencia a ese proverbio chino que dice “Dale un pez a un hombre y comerá hoy. Enséñale a pescar y comerá el resto de su vida”, pues lo mismo, la necesidad de subvencionar y las necesidades de nuestros jóvenes lo primero que evidencian es la imposibilidad tanto de alquilar como de adquirir vivienda, los problemas para que viajen o las dificultades para asistir o adquirir ocio, voy a decir entrecomillado “cultural”, y para muchas cosas más y seguramente algunas más importantes, pero la solución no es dar peces, eso sólo hace dependientes a quienes los reciben, vasallos de los dueños de los peces, sus señores.
Sin embargo, enseñar a pescar es todo lo contrario, iguala al maestro y al discípulo, sin dependencias el uno del otro, o al menos hasta que se enseña. El problema de acudir a medidas para tan corto plazo es que el estanque se vacía más rápido de lo que se llena, y cada vez habrá menos peces y más necesitados de ellos. Una vez que eso ocurra volveremos también a lo de siempre, como si estuviéramos en unos de esos bucles temporales tan de moda, colapso y borrón y cuenta nueva, hasta volver a llenar el estanque de peces y cuando el estanque esté lleno, pasados unos años de hambruna, volveremos a caer en el mismo error, aunque nos cueste creerlo, volver a regalar peces y dejar de enseñar a pescarlos.
No debe ser tarea fácil supongo, pues repetimos la historia, pero más quisiera nuestra juventud que nadie tuviera que ayudarles a alquilar un piso, a adquirir una vivienda o pagarles los viajes o los conciertos, y máxime con nuestra actual juventud que es la más formada de nuestra historia. Quizás prefieran menos peces y más cañas de pescar, aunque lo que más necesitan hoy día es el estanque donde hacerlo y no los charcos a los que se les relega.