Miedo al futuro
Como cambia la sensación de miedo al futuro con el paso de los años, o como lo llaman ahora “ansiedad anticipatoria”. Recuerdo de niña que la primera vez que sentí miedo insuperable fue al abrir los ojos después de una pesadilla en la que perdía a mi padre. Me desperté con el corazón a mil por hora y un nudo en la garganta que no me dejaba gritar. Esa absoluta limitación me hizo ser consciente de manera intensa y por primera vez del miedo al futuro.
Maravillosa infancia cuando la mayor preocupación era no poder estar con tus amigas o de qué sería el bocadillo del recreo, mientras abrías el papel de plata con rapidez inusitada. Después la vida se fue complicando, y comenzaron los miedos sobre las capacidades para estudiar una carrera, o las inolvidables referentes al amor con ese peso inconmensurable que conllevaba encontrar marido y ser madre, y cómo no, el miedo a situaciones desconocidas.
Echas la vista atrás y te encantaría poder grabar a fuego en tus hijos que esos miedos no son más que un estado de alerta, que la realidad de esos maravillosos años no debe ser tiznada con el temor al futuro. Pero cada uno lleva acuestas sus propios miedos desde infantes.
El futuro está ahí, vestido de niebla densa o detrás de un bosque cerrado, y se abre para cada uno de nosotros según lo que somos capaces de arriesgar y lo que la vida nos trae de imponderable y desconocido. Así que, el miedo al futuro nace con todos nosotros, crece con los años, se reproduce si nos dejamos llevar y lo alimentamos sin control y sólo muere cuando tomamos verdadera conciencia de que, además de bloquearnos, también puede tener su parte positiva.
Y es que en los momentos que he sentido miedo al futuro -que he de confesar no han sido pocos- por un instante me han paralizado, cegado, no me han permitido tomar decisión alguna y mucho menos avanzar. Era tan frágil y vulnerable que no sentía mis pies tocando el suelo frio, ni la respiración agitada, y mucho menos era consecuente con los cambios que vendrían emparentados a ese miedo.
Sin embargo, cuando esa sensación he conseguido refrenarla, ¡madre mía que gusto! Tras ella siempre me ha saltado a la mente una frase “que el futuro es inherente a lo incierto” y entonces para qué perder mis fuerzas y esa paz que tanto cuesta alcanzar, si no sé lo que vendrá después.
Y como la vida te obliga a seguir y tu amor propio aún más, comienzas a leer, maravilloso verbo que puesto en acción aclara mentes y henchía corazones, y en esos textos te topas de frente con palabras tales como resiliencia y capacidad de adaptación, lo que conlleva para personas que les gusta controlar todos los detalles y se exigen ser perfectas, entender que no es posible fiscalizarlo todo y que hay duendes que mordisquean las líneas invisibles que supuestamente pactan un futuro ideal. ¡Nada sale como lo imaginas!
Y es entonces, cuando viene la bendita liberación, como cuando te quitas esos zapatos de tacón que te hacen acordarte de la mala decisión que te llevó a comprártelos y el dineral que te costaron, tiras el miedo a la basura y decides ser flexible como un junco abierto a todos los vientos del mañana.
Incluso piensas en que no sabes ni tan siquiera si mañana estarás, cavilas en cosas del ahora, en metas cercanas y realistas, en las que incluso, la colaboración de quienes quieres es posible. Y bailas con tus pensamientos y le haces un corte de mangas a ese miedo que llevas arrastras.
Por qué escribo sobre la ansiedad anticipada, más conocido como miedo al futuro, pues por un motivo claro, porque además de vivirlo, cada día me enfrento a conversaciones con todo tipo de personas, de edades muy diferentes, en las que el miedo les frena y bloquea para dar pasos pequeños o importantes, bien por las secuelas que nos han dejado Danas, Filomenas, COVID y otros tantos, bien porque cada día la realidad que nos rodea se muestra con dientes más afilados, haciendo que lo cotidiano sea un maratón sin fin.
Por eso y porque la vida merece ser vivida, que no sobrevivida, comencemos a ver el futuro como un lienzo impoluto, como un folio en blanco lleno de salidas y oportunidades para ser felices, o al menos, para intentarlo.