El Sánchez orwelliano y las Cortes cortitas
Artículo de opinión del viceportavoz del PP en las Cortes de Castilla-La Mancha.
El "Podemos conseguir lo que se nos antoje. La invisibilidad, la levitación... cualquier cosa. Si quisiera, podría elevarme flotando como una pompa de jabón. Y si no quiero es porque el Partido no lo desea".
Así aleccionaba O'Brien a Winston en la mítica novela de Orwell '1984', que parece que Sánchez se empeña en llevar no a la gran pantalla, sino a la vida real.
Los cinco días de reflexión fake han sido la constatación de su falta de escrúpulos y un aviso a navegantes. Un all in con las cartas del control absoluto de todos los poderes del Estado y la laminación programada de cualquier discrepancia.
Cinco días en los que recibió el apoyo sumiso de Emiliano García-Page, quien también celebró la decisión del presidente de continuar, revelando lo que, por otra parte, siempre ha mantenido votando: una adhesión inquebrantable a la hoja de ruta sanchista, cueste lo que cueste, caiga quien caiga.
El respaldo de Page lo es también a seguir la estela de la Ley contra el Fascismo, Neofascismo y Expresiones Similares aprobada hace un mes por Nicolás Maduro para, como apunta la periodista Luz Sela, perseguir a la oposición y defender "la democracia". El Gobierno decidirá ahora qué es un bulo y qué no, y aplicará las sanciones a conveniencia, presiones a periodistas no acólitos aparte.
Lo más lamentable es que toda esta deriva autocrática tiene, salvando las distancias, su analogía en la reducción de las Cortes de Castilla-La Mancha a la mínima expresión. Las Cortes cortitas, que decía Bono, nunca lo han sido tanto como en esta legislatura, en la que se han recortado el número de iniciativas que pueden llevarse a Pleno (de cinco a dos) y no podemos debatir sobre temas nacionales, aunque afecten de lleno a los intereses nuestra región (véase la Ley de Amnistía).
Eso por no hablar del número de plenos celebrados, que en comparación con tiempos pasados es una mera anécdota. Tampoco es que esto le quite el sueño a García-Page, que sólo va a las Cortes para votar, y que no se somete a ninguna sesión de control (porque no existen en el Reglamento) como sí lo hace todas las semanas, por ejemplo, Isabel Díaz Ayuso.
Hoy mismo hemos intentado que se reuniesen de urgencia la Mesa de las Cortes y la Junta de Portavoces para aprobar una Declaración Institucional en defensa de la Constitución, de la separación de poderes y de la libertad de prensa. No ha lugar, ha sido la contestación de Bellido, visiblemente molesto porque el PP quiera llevar a Pleno algo tan peregrino como reiterar la vigencia y fiabilidad de los principios y valores que inspiraron nuestra transición política; los mismos que han supuesto la consolidación de nuestra democracia.
Quien escribe estas líneas no puede ocultar su indignación, como periodista y politólogo que jamás pensó que el parlamentarismo podría llegar a retorcerse de semejante manera. Una medicina que, no obstante, empezamos a probar la pasada legislatura, cuando convocábamos ruedas de prensa en el convento de San Gil para facilitar la labor de los periodistas y evitarles desplazamientos innecesarios. Se nos prohibieron entonces las comparecencias en el edificio a quienes no éramos parlamentarios autonómicos, y así nos vimos, en la calle, atendiendo a los medios con una sala de prensa vacía al otro lado del muro.
El uno y el otro, Sánchez y Page, entrelazan sus apoyos y sus formas de imponer su realidad como alumnos aventajados en una lucha denodada "contra el fascismo internacional".