El inútil empeño de los laicos
Como todos los años por estas fechas, los laicos no desaprovechan ocasión para señalar a los políticos de esta tierra y su particular fervor religioso. Es agosto un mes tradicionalmente festivo en Castilla-La Mancha con multitud de celebraciones patronales presididas en su mayoría por las autoridades competentes. Una presencia que los profanos localizan, otra vez más, en la pasada festividad de la Virgen del Sagrario, en Toledo, por donde han pasado, y también bebido agua de sus botijos, una amplia representación de políticos de la provincia y región encabezados por su presidente, Emiliano García Page.
Mas no son los únicos que acuden por estas fechas a iglesias, monasterios, y catedrales. El alcalde de Cuenca, Ángel Mariscal, no faltó a la procesión de San Roque, y el presidente de la Diputación de Toledo, Álvaro Gutiérrez, también se hizo presente en la conmemoración de la Virgen de la Piedad, en Almorox. La Diputación de Cuenca, por su parte, aportó lo suyo para restaurar el retablo de la iglesia de Portalrubio, e igualmente los responsables del PSOE en Albacete aprovechando las diferentes festividades provinciales para renovar su fervor católico. Como lo hizo también el Ayuntamiento de Cuenca a Santa Ana, sin olvidar el apoyo de la Corporación municipal de Azuqueca de Henares, en Guadalajara, a la Virgen de la Salud.
Políticos, todos ellos, habituales en procesiones, romerías, peregrinaciones y otras celebraciones religiosas, perfectamente compatibles con sus creencias en mayor o menor convicción. Una actitud acorde con un Estado democrático aconfesional que no impone normas o comportamiento alguno derivado de una visión que respeta los valores particulares de cada religión. Una creencia que sigue siendo determinante entre los que abrazan la religión católica a la hora de elegir la papeleta que meten en la urna, mayoritaria en la España del siglo XXI donde, según el CIS, cerca del 70 por ciento se declara católico y hasta el 75 por ciento en el caso de los municipios menores de 2.000 habitantes, la inmensa mayoría en el caso de Castilla-La Mancha. Una situación que los políticos de esta tierra conocen la perfección a pesar de los infructuosos intentos de los laicos en hacerles apostatar cada día.