Parece casi una afirmación generalizada decir que hoy en día la humanidad se enfrenta a una encrucijada. Y es que la tecnología se va expandiendo como un tsunami imparable que ya ha demostrado su inmenso poder para transformar el mundo, y así lo certifica el último Mobile World Congress celebrado en Barcelona.

Pero la gran pregunta es: todos estos cambios ¿serán para bien o para mal de la humanidad? ¿Nos harán mejores o crearán una sociedad más dividida y dependiente?

Imaginen un mundo donde lo digital no solo se utilice para aumentar la eficiencia y la productividad, sino que sea sobre todo una fuerza positiva para ayudar a las personas y el planeta. Ya existen ejemplos de cómo la tecnología puede mejorar la calidad de vida de las personas, desde la agricultura de precisión que optimiza el uso de recursos naturales hasta las energías renovables que reducen nuestra dependencia de los combustibles fósiles o los importantes avances en medicina, con diagnósticos más precisos y tratamientos personalizados.

Por otra parte, millones de personas sienten que su modo de vida, su trabajo, están hoy bajo amenaza. La tecnología tiene también un impacto de graves consecuencias en el medio ambiente, las redes sociales pueden crear conductas adictivas y trastornos mentales en muchos de nuestros niños…

Cuando yo era niño —ya he contado en otras ocasiones mi ascendencia nómada—, aprendí francés por correo postal. Pese a tratarse de un proceso lento, en cada carta que recibía, con el capítulo correspondiente, yo anticipaba un mundo de posibilidades, una ventana a un universo de aventuras, culturas y personajes nuevos y enriquecedores. La espera no hacía sino incrementar la emoción y las ganas de aprender y las semanas entre un correo y el siguiente, yo las rellenaba con mis sueños.

Actualmente, en IKEA la tecnología también nos abre una ventana al mundo. La inteligencia artificial (IA) como herramienta de conocimiento y anticipación, pero también de asesoramiento de nuestros clientes y colaboradores. Y la automatización de los procesos, los productos de nuestro surtido que ofrecen a los clientes un smart home asequible, y el enriquecimiento de la experiencia de compra del cliente, a través de la transformación omnicanal.

Todos ellos son caminos apasionantes, llenos de retos y de infinitas posibilidades como las que incluyen ya nuestra web y App, el inventario con drones, la tecnología 3D y realidad inmersiva en el diseño de espacios del hogar, la IA en la tramitación eficiente de los pedidos, la gestión robotizada de los stocks, y simplificación del proceso de check out.

Soluciones creadas por y para el cliente, involucrándole en cada fase del proceso, como se puede comprobar en nuestro laboratorio digital situado en la tienda de Alcorcón en Madrid, desde donde se prueban soluciones digitales de valor añadido en un contexto de nuevos formatos más accesibles y reducidos, con menor espacio físico de exposición.

Pero la tecnología no solo amplía hasta casi el infinito las posibilidades del retail para dar respuesta a las necesidades y deseos de los clientes, sino que nos permite cuidar también mejor de nuestros colaboradores, dotándolos de nuevas herramientas para facilitar su trabajo, como los exoesqueletos para mover pesos con seguridad, o dispositivos electrónicos para llevar a cabo las tareas del día a día sin necesidad de usar un ordenador. Y también cuidar de nuestro planeta, con la aplicación, sin ir más lejos, de la tecnología a la gestión eficiente de residuos.

Y es que, en un mundo donde las barreras entre lo físico y lo digital se desdibujan, es importante prestar atención a dos cuestiones que nos ayudarán a que este tsunami tecnológico tenga decididamente un impacto positivo en las personas y el planeta.

Por un lado, la formación y mejora continua, fundamentales para entender y sacar provecho de las oportunidades que nos brindan los nuevos avances tecnológicos. Educar a las personas en el buen uso de la tecnología es una responsabilidad compartida, individual de cada persona, pero también de las empresas y sociedad, facilitando el acceso a recursos formativos adaptados a las necesidades de cada persona y generando espacios para compartir buenas prácticas, dudas y dificultades.

Además, para que la tecnología cumpla su promesa de ayudar a la gente y al planeta, debemos asegurar un desarrollo y uso ético. Esto significa abordar las preocupaciones sobre la privacidad de los datos, la equidad en el acceso a la tecnología y los posibles impactos negativos en el empleo y la sociedad.

Todo ello sustentado en la escucha activa permanente a los expertos y sus recomendaciones, pero también a nuestros clientes y empleados y equipos: entender sus necesidades y utilizar la tecnología de manera sostenible, adaptándola a sus demandas y a la mejora de su experiencia y bienestar.

Los individuos, las empresas y los gobiernos, todos, debemos impulsar un enfoque centrado en el ser humano, una tecnología humanista que beneficie a todos, no solo a unos pocos, y trabajar juntos para garantizar que la tecnología se convierta en esa herramienta para el bien común que necesitamos.

Hoy mis hijos acceden con su tablet a cientos de idiomas diferentes y aprenden con videos, jugando y hablando con máquinas que reproducen los sonidos de las diferentes lenguas de forma impecable, con el acento seleccionado y las veces que sea necesario, cuándo y dónde ellos quieren. ¿Es mejor? ¿Es peor? Solo el tiempo lo dirá, yo solo espero que nada les impida soñar como yo lo hacía de niño.

En resumen, el poder de la tecnología para ayudar a los negocios, pero también a las personas y al planeta es innegable. Pero depende de nosotros aprovechar ese poder de manera responsable y orientada hacia un futuro mejor para todos.

***Nurettin Acar es CEO & CSO IKEA Ibérica.