Dadas las circunstancias climáticas y normativas actuales, empresas e inversores necesitan ayuda para identificar actividades económicas sostenibles y guiar sus estrategias de inversión. Con este propósito, se ha desarrollado un sistema de clasificación denominado taxonomía europea, que busca fomentar la inversión 'verde' y guiar la transición hacia un modelo económico más sostenible.
Este marco normativo queda alineado con compromisos políticos de alto nivel como el Acuerdo de París y el Pacto Verde Europeo. Establecida en el Reglamento (UE) 2020/852, ha experimentado varias actualizaciones y cambios desde su entrada en vigor en julio de 2020, lo que ha dificultado su seguimiento y comprensión para empresas e inversores.
Según el reglamento, existen seis objetivos medioambientales. Los dos primeros objetivos que entraron en vigor, los llamados climáticos, fueron la mitigación y la adaptación al cambio climático. Los cuatro restantes, los llamados no climáticos, entraron en vigor en abril de 2023 y son: el uso sostenible de los recursos hídricos y marinos, la economía circular, la prevención y control de la contaminación y la protección de la biodiversidad y los ecosistemas.
Según esta clasificación, para que una actividad sea considerada sostenible debe cumplir con dos condiciones: ser elegible y estar alineada. La elegibilidad implica que la actividad esté incluida en la lista de actividades definidas por la taxonomía europea. Esto hoy abarca trece sectores, entre los que destacan la energía, la industria transformadora, el transporte y la construcción y las actividades inmobiliarias.
La alineación implica que la actividad contribuya de manera sustancial a uno o varios de los objetivos medioambientales, sin causar ningún perjuicio significativo al resto de los objetivos, y cumpliendo con las garantías mínimas establecidas.
La sostenibilidad del sector de la edificación es fundamental para la lucha contra el cambio climático y es por este motivo que la aplicación de la taxonomía europea cobra más importancia hoy si cabe. El reglamento incluye en su lista de actividades para este sector, entre otras, la nueva construcción, la rehabilitación y la adquisición y propiedad de edificios, definiendo criterios técnicos específicos para alinearlas con los objetivos medioambientales.
En particular, las actividades de nueva construcción y rehabilitación pueden contribuir de manera sustancial a la economía circular, a la mitigación del cambio climático y a la adaptación al cambio climático.
El mercado y las administraciones exigirán el cumplimiento con la taxonomía, solicitando cada vez más pruebas que justifiquen la alineación de los proyectos, mientras que los inversores y las empresas inmobiliarias, los actores más afectados directamente, consideran este reglamento como un nuevo paradigma para evaluar y comparar activos.
Algunas de estas empresas dependen en gran medida de los bonos verdes, lo que significa que la alineación de sus actividades será importante para obtener financiación en el mercado.
Para las constructoras, el principal reto consistirá en recopilar y hacer fiables los datos de las obras y los edificios para cumplir los criterios de la taxonomía y, de forma general, los requisitos de información del CSRD. Para ello, precisarán de información sobre las características de los materiales de construcción como emisiones de compuestos orgánicos volátiles, huella de carbono y proporción de contenido reciclado.
En este sentido, los fabricantes que, como Saint-Gobain, apuestan por la sostenibilidad, además de informar sobre las actividades elegibles en el sector de la industria manufacturera, ayudan a que las empresas del sector de la construcción cumplan con los criterios taxonómicos.
Esta contribución se manifiesta de manera directa en varios criterios como el uso de materiales sin sustancias peligrosas y certificados en bajas emisiones de compuestos orgánicos volátiles que ayuda a la prevención de la contaminación. También se puede contribuir indirectamente a otros criterios, como la eficiencia energética y el análisis del ciclo de vida de los edificios, relacionados con la mitigación y adaptación climática y la economía circular.
La taxonomía europea representa un desafío para propietarios y promotores de edificios, quienes ya están obteniendo datos y apoyándose en certificaciones voluntarias (como VERDE, LEED y BREEAM) para demostrar su alineamiento. Elementos como declaraciones ambientales de productos, contenido reciclado y cumplimiento del reglamento REACH son clave para obtener dichas certificaciones.
El nuevo marco normativo requerirá validaciones de terceros y reportes en concordancia con la Directiva NFRD, generando una oportunidad para consultoras y auditoras en el ámbito de la sostenibilidad. Todos los actores del sector deben demostrar su cumplimiento a lo largo del tiempo, aunque actualmente, aunque hay un alto grado de elegibilidad, solo un pequeño porcentaje de las actividades está alineado con los criterios establecidos. Se espera un aumento en este alineamiento a medida que las empresas adapten sus prácticas.
Los criterios son ambiciosos, pero es lo que se precisa para una verdadera transformación. En los próximos años, será necesaria una gran cantidad de datos fiables para poder analizar las actividades y comparar los activos.
En Saint-Gobain somos conscientes del importante papel que la Taxonomía Europea va a representar para el sector. Como fabricante de materiales desempeñamos dos roles clave para este fin: en primer lugar, informar sobre la sostenibilidad de nuestras actividades productivas, en el reporte anual Universal Registration Document, y, en segundo lugar, contribuir al cumplimiento de los criterios taxonómicos de las empresas del sector de la construcción que emplean nuestros productos y soluciones.
*** Irene Navarro es experta en taxonomía de Saint-Gobain.