Formar parte de Women Leaders in Healthcare (WLHC, por sus siglas en inglés) es un auténtico privilegio. Fue Marta Reyes, su embajadora, quien contactó conmigo y acepté inmediatamente. WLHC es un grupo de trabajo impulsado por mujeres líderes que construyen y aportan valor para buscar soluciones a problemas actuales y futuros en todos los sectores donde la salud impacta.
Se trata de un foro de debate, en el que se quiere llamar la atención sobre temas de actualidad que afecten la salud de la población, teniendo en cuenta su impacto social, económico y político. Todas las personas que integramos WLHC somos mujeres, con el objetivo de aportar nuestra perspectiva a los temas de debate.
El primer summit tuvo lugar el 27 de noviembre en Madrid y llevó por título La salud sí tiene género, organizado alrededor de tres mesas. La primera mesa trató sobre el sesgo de género en la atención médica y, en particular, en la atención a las enfermedades cardíacas.
Dos grandes expertas, Blanca Miranda, presidenta de la Sociedad Española Cardiología y Carolina Órtiz Cortés, coordinadora de la Unidad de Insuficiencia Cardiaca del Servicio de Cardiología del Hospital Universitario Fundación de Alcorcón de Madrid, dialogaron sobre el sesgo existente de la investigación en la asistencia sanitaria.
¿Sabían que las enfermedades cardíacas son la principal causa de muerte en mujeres, y que los infartos tienen una mortalidad superior en mujeres que en hombres, simplemente porque se conocen menos sus síntomas?
La segunda mesa que yo moderé, llevó por título Efecto en las empresas e instituciones de la brecha en salud femenina y participaron Raquel Rodríguez Llanos, vicepresidenta primera del Consejo General de Colegios Enfermería y Carmen Rodríguez Pajares, directora gerente de Complejo Asistencial Hospital Universitario Salamanca.
Cuando hablamos del impacto económico del sesgo de género posiblemente lo primero que nos viene a la cabeza es la pérdida de días laborales: las mujeres, que a menudo no reciben una atención adecuada o rápida, reciben diagnósticos menos concretos o incorrectos, reciben menos tratamientos avanzados, o padecen más enfermedades crónicas, pueden experimentar mayor incapacidad laboral.
Además, y por las mismas razones, también pueden aumentar el coste de su atención sanitaria a largo plazo: pruebas adicionales, tiempos de espera más largos, complicaciones y sobreutilización de recursos sanitarios, etc. Cuando las mujeres son cuidadoras principales, sus condiciones de salud no tratadas adecuadamente pueden disminuir su capacidad de trabajo e incrementar el coste de la asistencia informal.
Y, para cambiar esta situación, ¿qué podemos hacer? La última mesa del encuentro, contó con Rosa Romero Sánchez, Presidenta de la Comisión de Igualdad del Senado, y con Carmen Sáez, Presidenta de Objetivo Diagnóstico, y en ella se habló sobre las políticas que se deberían poner en marcha para reducir esta brecha de género.
El impacto en nuestra sociedad de las políticas que puedan ponerse en marcha sería muy importante: La brecha de salud de las mujeres equivale a 75 millones de años de vida perdidos debido a mala salud o muerte prematura por año.
Reducir esta brecha ayudaría a 3.900 millones de mujeres a vivir vidas más saludables, dándoles a las mujeres siete días adicionales de salud al año, en promedio, lo que sumaría más de 500 días a lo largo de su vida, y podría ahorrar más de 10.000 millones de euros anuales en Europa al mejorar la prevención y el tratamiento de enfermedades en mujeres.
Estamos trabajando ya en el próximo summit, con más ideas innovadoras y ganas de impactar en la sociedad mediante el debate femenino: aportando informes de conclusiones decisivas, diseñando políticas de empresa ante problemáticas emergentes, ofreciendo guías de actuación y asesoramiento, creando estudios y análisis que enfrenten las problemáticas actuales y compartiendo resultados que generen concienciación.
***Anna García-Altes es presidenta de la Asociación de Economía de la Salud