Si los estudios de opinión política buscan describir la realidad y a menudo son utilizados por sus protagonistas para condicionarla, las primarias del PSOE han demostrado la eficacia de ambos propósitos. Pedro Sánchez ganó contra la mayor parte de los dirigentes y referentes de su partido, contra muchos medios de comunicación e incluso contra los peores augurios de los votantes.
Pero el líder electo ha sido, desde su caída el 1 de octubre, el preferido del electorado socialista, como han demostrado una y otra vez los sondeos de SocioMétrica-EL ESPAÑOL, los primeros en dibujar el ring socialista y los únicos que han hecho un seguimiento más pormenorizado de los cambios de opinión de los votantes.
Este enero, este periódico publicó el primer sondeo de las primarias, siempre hecho entre votantes socialistas, como todos los demás publicados después. Ya entonces Sánchez era el favorito, pese a que muchos en el PSOE lo daban por muerto tras su salida de Ferraz.
Susana Díaz no superaba el 18% de apoyos frente al casi 37% de Pedro Sánchez y al 29% del que entonces podía ser un valor en alza: Patxi López. En ese momento, la candidatura de López irrumpía como una posibilidad muy atractiva, entre otros motivos porque no se sabía qué haría Sánchez, sumido en una reflexión personal.
A aquella le siguieron tres más en formato de tracking: un total de 4 oleadas a algo más de mil votantes socialistas.
La ventaja de Sánchez siempre fue máxima y creciente, también cuando en febrero Díaz decide presentarse y más tarde, en abril, cuando recibió el apoyo de la mayoría del poder territorial y los referentes históricos del partido.
Los sondeos que hicieron rodar la bola de nieve
Sánchez comenzó a utilizar los sondeos en su favor. Siempre coincidían en un mismo aspecto: los votantes estaban con Sánchez, pero su confianza en que ganase era mínima porque pensaban que los militantes, bajo el influjo del aparato, votarían por Díaz.
La coordinadora de campaña de Sánchez, Adriana Lastra, llegó a referise a los sondeos de EL ESPAÑOL como una prueba de que Sánchez era el candidato idóneo y que debía ganar, haciendo un llamamiento a los militantes para que pensasen en el líder que mejor podría ganar las elecciones. Los sondeos se convirtieron en un reclamo electoral que acabaron haciendo rodar la bola de nieva sobre la que Sánchez ha regresado a Ferraz.
Identificación votante-militante
Según Gonzalo Adán, director de SocioMétrica y responsable de los estudios, "los viejos votantes del PSOE y los afiliados con derecho a voto acabaron pensando exactamente lo mismo. No olvidemos que los seis millones de votantes que el PSOE tuvo en junio de 2016 eran ya un reducto incondicional de los once millones de 2008", explica el también director del Instituto Balear de Estudios Sociales (IBES).
El sondeo de abril de este periódico mostraba que los votantes deseaban un giro a la izquierda y un enfrentamiento más contundente con el PP. Sánchez encarnaba mejor que nadie ese sentimiento, pese a las dudas de muchos militantes, y finalmente se acabaron decantando por él.
La rebelión de los militantes no era más que el espejo de lo que los votantes aseguraban desear en encuestas como la publicada por EL ESPAÑOL.
Un resultado calcado al de la última encuesta
"En la alta participación ha estado la simbiosis ideológica entre votantes y afiliados, pero también en la habilidad del equipo de campaña de Pedro Sánchez en alinear la ideología de unos y de otros. Ya estaban persuadidos. Sólo hacía falta que fueran muchos", explica Adán.
La última encuesta de EL ESPAÑOL indicaba que un 51,2% de los votantes preferían a Sánchez frente a Díaz. El resultado del ya líder electo entre militantes fue del 50,2%, tan solo un punto menos.
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