"¡Fango, fango, fango!": Sánchez grita guerra al fascismo, pero le tiemblan (literalmente) las manos
El presidente embolsa a toda la "ultraderecha" del mundo para no responder a los negocios que hizo su esposa con empresas participadas por el Estado.
29 mayo, 2024 14:59Sánchez pertenece a la selecta estirpe de diputados a los que no les tiemblan los folios en las manos cuando hablan. No es fácil. A casi todos les ocurre. Por eso, en los cursillos de oratoria que reciben, se remarca la idea de hablar con un boli en la mano o dejar los papeles en el escaño. Se trata de que no asome la debilidad. Se trata de que no asome la realidad.
Esta mañana, a Sánchez sí le temblaban las manos. Incluso se le iba cambiando el rostro de color. Abascal, que andaba visitando al siempre mesurado Netanyahu, podría haber dicho: "¡El presidente es un rojo!". Y habría tenido razón hasta la literalidad. A Sánchez se le metía el temblor por los dedos de las manos y acababa saliéndole por la cara con el rojo fuerte y vigoroso de los tomates de Tudela.
Santos Cerdán fue técnico de mantenimiento en el sector agroalimentario. Hoy es técnico de mantenimiento del presidente. Ha debido de sentirse en casa al ver el rojo de los tomates. El Congreso ya es como el campo. Cuca Gamarra, del partido conservador, se ha presentado esta mañana en deportivas.
Sánchez temblaba y, como si creyera en Dios, gritaba un mantra para desprenderse de la maldición: "¡Todo es fango, fango y más fango!". Lo repetía tanto y con tanta vehemencia que nos entraban ganas de abrir el paraguas en la tribuna. Era un fango metafórico, pero que manchaba. Pensábamos con nostalgia en las zapatillas nuevas y blancas de Cuca Modric.
Hay que tener mucho cuidado con la nostalgia esta legislatura. Se ha convertido en algo terriblemente malvado. El Gobierno quiere acabar con la nostalgia porque sólo la asocia a los pecados capitales: nostálgicos del franquismo, nostálgicos de Mussolini, hasta nostálgicos de Hitler.
A nosotros, que somos de Pamplona, nos entraba la nostalgia cuando una diputada de Bildu señalaba los problemas en el polígono de tiro de las Bardenas. Mirábamos a Mertxe Aizpurua, que jaleaba en el periódico las prácticas de tiro en los bulevares de la ciudad.
Debió de ser una mala noche para Sánchez, aunque no se le ha notado cuando se ha sentado en su escaño a pocos minutos de las nueve. Ha ofrecido el cuerpo a la metralleta de los fotógrafos con una sonrisa y las manos entrelazadas.
El temblor ha emergido cuando el padre Feijóo le ha leído desde la bancada de enfrente el titular que debieron de deletrearle anoche en su gabinete: "Oye, que mañana publica El Confidencial que Begoña negoció con Telefónica, Google e Indra un software para su máster". Por eso debió de ser una mala noche. Los peores insomnios de los políticos se gestan cuando llama un periodista con la información atada y bien atada, que decía otro nostálgico.
Sánchez suele leer todo lo que dice en el Congreso. Es típico su gesto de agarrarse al móvil como un náufrago para consultar las réplicas que le van escribiendo en directo desde Moncloa. Hoy ni ha mirado el móvil. Apenas tenía que memorizar. Además, no iba a responder a las últimas informaciones sobre su mujer. Tampoco a la ocultación que acabamos de conocer: cuando se retiró a meditar, ya sabía que Begoña estaba siendo investigada.
Sánchez se ha defendido sin papeles porque una de cada tres palabras era siempre la misma: "¡Fango, fango, fango!". Era como recitar a Espronceda, con diez cañones por banda, siendo chaval en el instituto Ramiro de Maeztu. Maldita sea, otro fascista. Van a tener que poner más sillas en el Congreso.
Yolanda, con la que apenas intercambia palabras últimamente en el Parlamento, sabía que era una mañana complicada y le ha sacado una sonrisa a Sánchez antes de empezar. Yolanda sabía que iba a temblar el misterio. "¡A la mierda! ¡A la mierda!", ha jaleado después de que el presidente contestara al padre Feijóo. El fango ya no sólo manchaba, también olía.
Patxi López, que ayer ascendió a Begoña a "presidenta del Gobierno", lleva al escaño los mismos caramelos que Yolanda. Divergirán en la política internacional y en los impuestos, pero nada une más que comer los mismos caramelos.
El problema es que Sánchez no toma los mismos que Yolanda, sino los mismos que María Jesús Montero. En realidad, no es que tome los mismos. Es que, política redistributiva mediante, se los roba. Son Smint. Después de los temblores y de haberle gritado "¡fango, fango, fango!" al padre Feijóo, se ha sentado, ha guardado los papeles en la cartera y le ha robado un smint a María Jesús.
Estuvo a punto de robarle el corazón –también literalmente– el día que la engañó diciéndole que se iba. ¿Qué importa, entonces, un caramelo?
Ya no hace falta que el padre Feijóo le pregunte a Roberto Brasero por la previsión del tiempo. Siempre hace "fango", incluso a las puertas del verano. Se había preparado al milímetro el santo padre para no meter la pata en las críticas a la mujer del presidente. Le ha dicho que ocultó la condición de investigada de su mujer y le ha pedido que explique si es normal que ella negocie con un par de empresas participadas por el Estado.
Sánchez se ha levantado y, a lomos de su temblor, ha metido en el mismo saco a Hazte Oír, la motosierra de Milei, la foto de Abascal y Netanyahu y el "fango, fango, fango". "Usted podrá seguir chapoteando en el fango, que seguiremos gobernando. Quieren quebrarme con su fango, pero van listos".
En ese instante, se le ha escuchado gritar a un diputado, no sabemos si del PP o de Vox: "¡Es de coña!".
Ione Belarra, qué tiempos, ¡más nostalgia!, le ha dicho a quien fue compañero en el Consejo de Ministros hasta hace un telediario que esperaba un gesto contundente contra los fascistas que amedrentaron a Pablo Iglesias el otro día.
Sánchez, que como decimos estaba un poco en shock, le ha dicho que se solidarizaba. Pero, en la réplica, Belarra le ha dicho que esperaba una expresividad mayor. Y Sánchez ha corrido a mostrar "su absoluto rechazo".
"¡Fango, fango, fango!". La derecha está en una "estrategia golpista". Si fuéramos corresponsales recién llegados, nos resultaría difícil distinguir desde esta tribuna a Feijóo de Mussolini, a Abascal de Hitler y a Aitor Esteban del padre Ángel.
Menos mal que Aitor nos ha aburrido cinco minutos. Los suficientes para poder revisar las notas y comprobar que lo que estaba ocurriendo era cierto: "¡Fango, fango, fango!".
A las diez de la mañana ya no había quien recuperara el blanco de las deportivas de Cuca.