Grabado del siglo XVIII que muestra el puente Farnesio sobre el río Escalda.

Grabado del siglo XVIII que muestra el puente Farnesio sobre el río Escalda. Wikimedia Commons

Historia

La megaconstrucción de los Tercios para rendir una inexpugnable ciudad en la guerra de Flandes

Entre 1584 y 1585 Alejandro Farnesio asedió Amberes con la ayuda de un puente de más de 600 metros construido por ingenieros italianos. 

5 junio, 2024 08:25

La ciudad belga de Amberes se convirtió en una isla inexpugnable en el verano de 1584. Allí, una poderosa y veterana tropa de neerlandeses y mercenarios ingleses y franceses se parapetaron tras sus potentes murallas. Por si fuera poco, las posiciones españolas en el río Escalda habían quedado anegadas por las inundaciones naturales y las provocadas por los defensores. La plaza, que aún recordaba "la furia española" de 1574, se levantaba desafiante e inexpugnable sobre las aguas. 

Alejandro Farnesio, duque de Parma y líder de los Tercios de Felipe II en Flandes, descartó el asalto por juzgarlo imposible y tomó la decisión de asediar la ciudad y rendirla por hambre. En ambas orillas del Escalda se levantaron dos fuertes, el San Felipe en Flandes y Santa María en Brabante, y protegidos por estos comenzaron las obras de una megaconstrucción que levantó admiración y temor a partes iguales.

Erigido por Próspero Barozzi y Jehan Baptiste Piatti, ingenieros italianos, el llamado puente Farnesio medía entre 600 y 700 metros de largo. Conseguir madera para construirlo se convirtió en todo un logro. En los puntos más profundos, ni los árboles más altos llegaban al fondo, por lo que se completó con 32 barcas encadenadas entre sí. El duque de Parma quedó tan satisfecho que, cuando capturaron a un espía, le enseñó la obra y luego le dejó marchar: "Di lo que por tus ojos has visto a los que te mandaron", ordenó.

Alejandro Farensio visto por el pincel de Otto van Veen.

Alejandro Farensio visto por el pincel de Otto van Veen.

Llegó el invierno, la lluvia, el hambre, el barro y el frío. Amberes aún contaba con suministros para aguantar el cerco. El puente no estuvo terminado hasta febrero de 1585 y los oficiales de Farnesio sugirieron a principios de año suspender el asedio. El conocido como "rayo de la guerra" se negó a perder su oportunidad y respondió que, o bien tomaba la ciudad o bien la ciudad acabaría con él. 

Desde Amberes, otro ingeniero llamado Federico Giambelli estaba al servicio de los calvinistas liderados por el diplomático y político Philips van Marnix. Con las nubes negras del hambre acechando a los defensores, el italiano comenzó a pensar cómo destruir aquel puente que impedía la llegada de alimentos desde el mar.

Destrucción del Puente de Farnesio según una ilustración del siglo XVIII.

Destrucción del Puente de Farnesio según una ilustración del siglo XVIII. Wikimedia Commons

"En realidad se trató de un asedio estratégico. La ciudad fue cercada a distancia. No se tiró un cañonazo sobre sus defensas. Se trató sobre todo de un triunfo de la ingeniería. La artillería y los infantes jugaron un papel secundario", explica el historiador Julio Albi de la Cuesta en su obra De Pavía a Rocroi (Desperta Ferro). La ciudad belga se rindió el 17 de agosto de 1585 tras más de un año de asedio. Cuando la noticia llegó al Palacio de Felipe II el rey corrió al cuarto de su hija favorita, la infanta Isabel, y exclamó: "¡Nuestra es Amberes!".

"La máquina infernal"

Cada semana que pasaba, Amberes estaba cada vez más aislada. El 10 de marzo de 1585, trece días después de terminar las obras del puente, Bruselas capituló y el cerco se hizo más asfixiante. Los holandeses lanzaron un furioso un ataque para liberar la ciudad y conquistaron dos de los varios fortines que estaban en manos católicas sobre el río Escalda.

Combate en el contradique de Kowenstein retratado por Giacinto Gimignani.

Combate en el contradique de Kowenstein retratado por Giacinto Gimignani. Wikimedia Commons

El de Liefkenshoeck no ofreció la resistencia esperada y su comandante, un valón, fue decapitado por órdenes de Farnesio. Días después, 34 embarcaciones, algunas en llamas, salieron de Amberes rumbo a las posiciones hispánicas. La mayoría de brulotes encallaron y levantaron risas entre los confiados defensores del puente, pero una nave más grande que el resto logró sortear las líneas de barcazas con pértigas de hierro que defendían la obra.

El puente y 800 soldados españoles y alemanes volaron por los aires en una explosión que conmocionó la tierra. Según los testigos, "parecía hundirse el mundo". Aquel pesado buque estaba cargado con miles de libras de pólvora y acompañado de losas de mármol, balas de artillería, azufre y yunques que hicieron de metralla.

Amberes con el río Escalda congelado según el pincel de Lucas van Valkenborch en 1590.

Amberes con el río Escalda congelado según el pincel de Lucas van Valkenborch en 1590. Museo Städel (Alemania)

Un orfebre de la ciudad había creado un mecanismo de relojería para hacer detonar la que fue conocida como "la máquina infernal". El propio Farnesio cayó de su caballo por la onda expansiva y quedó inconsciente. Dicen que la explosión rompió algunas ventanas de la ciudad de Gante, a 35 kilómetros de distancia. 

El espantoso aullido de los heridos y lo pavoroso de la explosión amedrentaron a los hombres que debían informar sobre el éxito o el fracaso del asalto. Cuando descubrieron los destrozos, estos ya habían sido reparados a toda prisa por orden del duque de Parma en cuanto volvió en sí. Para evitar un ataque similar mandó a varias chalupas patrullar el río para desviar futuros brulotes. 

"Espantajo" holandés

Los barcos explosivos no volvieron a dañar el puente ya que las barcazas que lo completaban se separaban dejando pasar a los buques enemigos que sorteaban las defensas. Los holandeses, sin darse por vencidos, confiaron en otro invento para romper el cerco creando un monstruoso buque de cerca de 50 metros de eslora armado con 20 cañones y 1.500 mosqueteros. Tenía el vientre plano para poder navegar por el río y contaba con un gran castillete para proteger a la tropa. Feo a rabiar, lo llamaron el El fin de la Guerra y lo lanzaron hacia un fortín español, donde los defensores lo llamaron Carantamaula porque parecía "un espantajo para niños".

El 'Fin de la Guerra' según una ilustración de Frans Hogenberg. Siglo XVI.

El 'Fin de la Guerra' según una ilustración de Frans Hogenberg. Siglo XVI. Wikimedia Commons

El asalto holandés desde el buque fue rechazado y, hecho un destrozo, quedó encallado echando por tierra los cien mil florines y siete meses de trabajo que había costado. Con la moral agotándose, los sitiados lanzaron un último asalto desesperado para destruir el contradique de Kowenstein, que impedía que las posiciones de Farnesio se anegasen.

El combate se libró en estrechos pasillos a golpe de daga, espada y arcabuz. Los heridos se ahogaron en las oscuras aguas al ser empujados por los combatientes. Entre el delirio de la guerra, algunos afirmaron que vieron al apóstol Santiago animando a los hispanos. 

Al final llegaron más tropas españolas e italianas de refuerzo que expulsaron a los holandeses cuando rozaban la victoria. Aquel 26 de mayo pasaron al otro mundo 2.000 protestantes y más de 1.000 católicos en uno de los combates más horribles del asedio. El Escalda seguía cerrado y Amberes rugía hambrienta y desmoralizada.

Presionados por los civiles y confiando en la compasión de Farnesio, su guarnición se rindió el 17 de agosto de 1585 ofreciendo 400.000 florines para evitar el saqueo. Farnesio entró triunfal diez días después y, en septiembre, más de un mes después, llegaron por fin las 37 pagas atrasadas que se debían a los soldados españoles e italianos que hicieron posible la victoria.