Tropas de EEUU después de liberar el campo de concentración de Dachau

Tropas de EEUU después de liberar el campo de concentración de Dachau Wikimedia Commons

Historia

Las sombras de la CIA en los experimentos humanos con drogas psicodélicas: "Fueron peores que los nazis"

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"Leve sensación de mareo, inquietud, dificultad para concentrarme, visión alterada, ataques de risa (...) Con los ojos cerrados, me invadían constantemente imágenes fantásticas de una plasticidad extraordinaria y con un juego de colores intenso y caleidoscópico". Esas fueron las sensaciones que anotó en abril de 1943 el químico suizo Albert Hofmann, de la compañía farmacéutica Sandoz, tras ingerir una dosis de dietilamida de ácido lisérgico o LSD, compuesto que había logrado sintetizar cinco años antes.

Hoffman durmió plácidamente esa noche y se despertó sin resaca. Lo que más le impresionó de su autoexperimento fue que, en cuanto a sus efectos fisiológicos, el LSD era claramente "el compuesto más eficaz conocido hasta la fecha". Su descubrimiento tenía un efecto mucho más potente y era "unas mil veces más fuerte" que el estimulante Pervitin, el fármaco que contenía metanfetamina y que los nazis administraban a carretadas a sus soldados para doparlos durante la II Guerra Mundial.

Las noticias de la "invención farmacéutica más prometedora de todos los tiempos" llegaron inmediatamente al Tercer Reich. Arthur Stoll, el jefe de Hofmann, mantenía correspondencia con Richard Kuhn, científico que participaba en el desarrollo de armas bioquímicas para Hitler y que había descubierto el somán, el gas nervioso más mortífero del mundo. El 20 de noviembre de 1943, el nazi anunció en una carta a su colega el nacimiento de su hija, pero también le pedía un pequeño suministro de ergotamina, la sustancia para sintetizar el LSD.

'The Washinton Post' reveló en su portada los experimentos MKUltra

'The Washinton Post' reveló en su portada los experimentos MKUltra

Los nazis pensaban que si administraban a alguien un psicodélico sin saberlo se podía lograr un profundo cambio en su mente al alterar la percepción durante unas horas. Así, los interrogadores de las SS podrían lograr una rápida confesión de los detenidos. Es decir, buscaban una "droga de la verdad" en un contexto bélico cada vez más adverso. Pero como reconoce el investigador alemán Norman Ohler en Un viaje alucinógeno (Crítica), no hay pruebas categóricas de que Hitler y sus químicos llegasen a emplear el LSD, pero sí hay evidencias que sugieren que fue "lo más probable".

En el campo de exterminio de Dachau, por ejemplo, se desarrollaron "métodos químicos de anulación de la voluntad". El doctor Kurt Plötner, encargado de los trabajos, recibió órdenes del jefe de las SS Heinrich Himmler de experimentar "con otros medios" además de con la mescalina. Sus notas, recogidas por las tropas estadounidenses durante la liberación del complejo, desaparecieron misteriosamente antes de los juicios de Núremberg.

"Los nazis nunca desarrollaron tales armas, las SS no pudieron terminar los experimentos. Cuando los estadounidenses liberaron Dachau y encontraron los informes decidieron continuar con este programa y expandirlo", asegura a este periódico Norman Ohler. La reconstrucción de dicho proceso, de la compleja historia del LSD y sus diferentes fases —medicamento, arma, estupefaciente—, es el objeto de su nuevo ensayo. Según su opinión, los papeles de Plötner detallarían cómo estas sustancias alucinógenas podrían ser usadas en los interrogatorios: "Al menos es eso lo que intentaron los americanos, con un programa que involucró a universidades".

Tratar la demencia

Además de reclutar a los principales científicos alemanes que habían trabajado en la elaboración de la bomba nuclear, contrataron como consejeros a figuras clave de la bioquímica nazi como Richard Kuhn, que había rechazado el Premio Nobel de Química antes de la guerra. "Era un oportunista por el bien de la ciencia", resume el autor y periodista.

El Gobierno de EEUU y la CIA temían que la Unión Soviética continuase durante la Guerra Fría con el camino inaugurado por los nazis y utilizase el LSD como un arma. En 1953, el agregado militar en Berna informó —exageradamente— de que los rusos se habían hecho con cincuenta millones de dosis. Sidney Gottlieb, el director de MK ULTRA, el infame programa que utilizó LSD y métodos de tortura y manipulación mental para extraer confesiones, viajó hasta suiza y presionó al CEO de Sandoz para que no vendiese esta sustancia al otro lado del Telón de Acero.

"Los estadounidenses pensaban que se podía contaminar con LSD el depósito de agua de un acorazado soviético para que no pudiese operar o de una ciudad entera como Moscú para que todo el mundo se volviese loco. Eso podría ser ventajoso en una situación de guerra", detalla Ohler, autor también de El gran delirio. Hitler, drogas y el III Reich (Crítica 2016).

Portada de 'Un viaje alucinógeno'.

Portada de 'Un viaje alucinógeno'. Crítica

Al final, los experimentos de la CIA resultaron fallidos: el LSD no convertía a las personas en marionetas vivientes y no era una droga de la verdad, así que se prohibió su uso y se borraron muchas pruebas. El investigador señala que la agencia de inteligencia actuó de forma similar a los nazis: "En cierta forma fueron incluso peores. Lo usaron mucho más y con mucha más gente en cárceles, que no eran campos de concentración pero sí lugares horribles donde la gente podía ser manipulada sin resistirse, o en la Universidad de Harvard con estudiantes que no tenían conocimiento. Los estadounidenses continuaron la investigación de las SS a una escala mucho mayor con sus propios ciudadanos".

Con la llamada Operación Midnight Climax, se establecieron pisos francos en ciudades como San Francisco o Nueva York donde se administraba LSD de tapadillo a gente de la calle a la que luego se observaba a través de cámaras y micrófonos ocultos. Todos los registros sonoros y visuales hechos desde la sala de observación fueron destruidos en 1973. Ohler recuerda que EEUU contribuyó a la elaboración del Código de ética médica de Núremberg, que prohibía los experimentos humanos sin consentimiento informado. Es decir, exactamente lo contrario a lo que hizo la CIA con estos programas.

El autor, que defiende la necesidad de revisar los prejuicios y estudiar a fondo el uso terapéutico del LSD en personas con demencia, como su madre, asegura que la principal conclusión de su trabajo es que el LSD "no es ilegal por razones científicas, sino por motivos políticos e históricos". "Debemos olvidar toda la propaganda vertida desde EEUU porque los últimos hallazgos científicos muestran que el LSD podría ser bastante beneficioso para el cerebro, podría servir para tratar la demencia y la depresión e incluso nos podría hacer más inteligentes", concluye.